LA BATALLA DEL PICHINCHA
Por Carlos Lasso Cueva.
Hay muchas distorsiones sobre la Batalla del Pichincha.
Últimamente ha habido gente que se ha dedicado sobre todo en las radios a decir
sandeces. Algún ignorante recién aparecido debutó manifestando que “siquiera el
40% de los que combatieron en Pichincha eran de Guayaquil”. Y en algunas
radios, no han faltado quienes, sin basarse en ningún historiador reconocido ni
en ninguna fuente, proclaman que esa batalla fue un “triunfo de los
guayaquileños logrado por los guayaquileños”. En un libro fantasioso
publicado por el Municipio de Guayaquil se proclamó que los mandamases de
Guayaquil habían financiado hasta la independencia del Perú y de América. Estos
son delirios de gente de extrema derecha, que quiere hacer quedar bien a la
oligarquía guayaquileña, inventándole un montón de glorias que no tiene. De lo
único que si puede jactarse la burguesía comercial Guayaquileña es de haber
masacrado al pueblo guayaquileño dos veces: el 15 de noviembre de 1922 y el 2 y
3 de junio de 1959.
14 GUAYAQUILEÑOS ESTUVIERON EN LA BATALLA DEL
PICHINCHA SEGÚN “EL Universo”.
Según un artículo
publicado en la revista dominical de “El Universo” (del 24 V 2009) la nómina de
los guayaquileños que combatieron en
Pichincha es la siguiente: vale la pena recordar con inmenso afecto estos
nombres:
Guillermo Bodero,
Antonio
Elizalde,
coroneles Baltasar
García y de la Rocha, Carlos Acevedo y Francisco de Paula Lavayen y Muguerza.
Los subtenientes
José López, Manuel Salcedo, Mariano Soto y Antonio Salazar;
los capitanes Diego
Manrique y Fulgencio Rocha, Agustín Lavayen y Muguerza, Manuel de Lara y Ponce
de León y Manuel Avilés Pacheco. Tengo entendido que ahí faltó el nombre de
Lorenzo de Garaicoa. Con él serían 15.
Son 14 personas de
primera categoría a los que les debemos rendir tributo. Formaron parte del
ejército de Sucre, compuesto por prácticamente 3.000 hombres oriundos de todas
las localidades de Sud América. Destaca entre ellos Elizalde, que escribiría
después otras páginas importantes en la historia del Ecuador, oponiéndose
heroicamente al oscuro gobierno de Juan José Flores, al que respaldó toda la
oligarquía de Guayaquil y de Quito. Con Manuel Matheu, Zaldumbide, Pedro
Moncayo, Manuel y Roberto Ascásubi Matheu, estuvo en la batalla de Miñarica
(que fue una carnicería de ecuatorianos masacrados por las tropas
venezolano-africanas de Flores). Y fue quien a punta de bala en la guerra
iniciada por sus tropas el 6 de marzo de 1845, luego de una serie de combates,
batallas y escaramuzas a lo largo y ancho del Ecuador, logró la rendición final
de éste pocos meses después. Al ilustre
Elizalde no se le han reconocido sus aportes y méritos. Se prefiere
ensalzar a Olmedo, el compadre de Flores.
Cuando llegó Sucre a Guayaquil, con 700 soldados, dice Luis Andrade Reimbers (en su ensayo
"lo que Sucre hizo por
Ecuador"), que la oligarquía guayaquileña le negó su apoyo. Antes respaldó
a los españoles que masacraron a los próceres el 2 de agosto. Luego patrocinó a
Juan José Flores en la matanza que hizo de casi mil liberales ecuatorianos
nacionalistas en la batalla de Miñarica. Dicen que este se hizo malo recién en
1843... En su libro EL 9 DE OCTUBRE Y LA CAMPAÑA LIBERTADORA”, Camilo Destruge, tan minucioso, no
menciona ningún aporte guayaquileño pero si aclara que se hizo una pequeña
colecta en Manabí donde se recaudaron poco más de 10.000 pesos y donde un cura
donó un burrito, y que Loja donó más de 200.000 pesos.
Tampoco Julio Estrada
Ycaza pudo hablar de ningún apoyo del patriciado de Guayaquil para esta
causa. Lo que sí cuenta, en cambio, Pérez
Pimentel, es que se extorsionó a los comerciantes españoles y a estos se
les obligó a entregar aportes económicos. No hay dato alguno referido a alguna
contribución de los oligarcas de Guayaquil. Ni Destruge, ni Estrada, ni Pérez
Pimentel dicen nada sobre esto. Si existiera una prueba de ello, lo seguro es
que tal documento sería publicitado a los cuatro vientos. Pero no hay ni hubo
nada que exhiban estos historiadores.
La burguesía comercial guayaquileña era más bien pro monárquica y jugó un oscuro papel en el proceso de la independencia. No olvidemos lo que dicen Destruge y Pérez Pimentel que hacia 1815, esto es, un lustro y más después del 10 de agosto y de la masacre del 2 de agosto, y luego de la independencia de Venezuela, el famoso prócer guayaquileño José de Villamil (que hasta tiene una estatua) traficaba con armas que en su goleta “Alcance” traía desde Nueva Orleans para vendérselas a los españoles. Por lo demás, Pérez Pimentel, Cronista Vitalicio de Guayaquil, dice en su ECUADOR PROFUNDO ( Tomo l. pág. 380): “Y así, apaciblemente, llegó el 9 de Octubre, que a muchos tomó por sorpresa, y entre ellos a Olmedo”, monárquico en 1809...
Osvaldo Hurtado explica en El Poder Político en Ecuador (cuarta edición, Ariel, pág. 51) porqué la burguesía guayaquileña no apoyó al movimiento del 10 de agosto: "Los comerciantes y agricultores guayaquileños, enriquecidos por las crecientes exportaciones de cacao, no encuentran razones para apoyar el movimiento emancipador y lo combaten. Alegando esta muestra de fidelidad solicitan y obtienen de la Corona una simulada autorización para exportar a la península sin pagar impuestos". Este hecho se trata de torcer, en las explicaciones locales.
Se aduce que no apoyaron a ese movimiento porque no era lo suficientemente antimonárquico, como ellos, que eran monárquicos.
La burguesía comercial guayaquileña era más bien pro monárquica y jugó un oscuro papel en el proceso de la independencia. No olvidemos lo que dicen Destruge y Pérez Pimentel que hacia 1815, esto es, un lustro y más después del 10 de agosto y de la masacre del 2 de agosto, y luego de la independencia de Venezuela, el famoso prócer guayaquileño José de Villamil (que hasta tiene una estatua) traficaba con armas que en su goleta “Alcance” traía desde Nueva Orleans para vendérselas a los españoles. Por lo demás, Pérez Pimentel, Cronista Vitalicio de Guayaquil, dice en su ECUADOR PROFUNDO ( Tomo l. pág. 380): “Y así, apaciblemente, llegó el 9 de Octubre, que a muchos tomó por sorpresa, y entre ellos a Olmedo”, monárquico en 1809...
Osvaldo Hurtado explica en El Poder Político en Ecuador (cuarta edición, Ariel, pág. 51) porqué la burguesía guayaquileña no apoyó al movimiento del 10 de agosto: "Los comerciantes y agricultores guayaquileños, enriquecidos por las crecientes exportaciones de cacao, no encuentran razones para apoyar el movimiento emancipador y lo combaten. Alegando esta muestra de fidelidad solicitan y obtienen de la Corona una simulada autorización para exportar a la península sin pagar impuestos". Este hecho se trata de torcer, en las explicaciones locales.
Se aduce que no apoyaron a ese movimiento porque no era lo suficientemente antimonárquico, como ellos, que eran monárquicos.
El prestigioso historiador guayaquileño Julio Estrada Ycaza (él y su distinguida esposa María Teresa me
honraron con su amistad), en su obra La Lucha de Guayaquil por el Estado de
Quito, reconoce con gran honradez intelectual lo que aquí ocultan algunos
sofistas y demás practicantes del conveniente revisionismo histórico
pro-oligárquico. En el primer tomo hace las siguientes aclaraciones: "Tan certera fue la evaluación de los sentimientos guayaquileños por
Rocafuerte que, lanzado el grito del 10 de agosto, no encontró aquí el eco que
era de esperarse dado el antiguo y reiterado vínculo entre las dos
ciudades...Es indiscutible que aún admitiendo que no todos los protagonistas
del 10 de agosto tuvieron como meta la Independencia, ante las autoridades
constituidas aquel movimiento se presentaba con ese carácter. De otra manera,
no podría explicarse ni la matanza del 2 de agosto ni los otros eventos..."
(pag 110). Algo que los historiadores contemporáneos de Guayaquil pasan por
alto y tergiversan categóricamente.
Continúa aclarando estas cosas don Julio Estrada Ycaza: "Guayaquil adquirió su título de lealtad
y nobleza por su comportamiento en la rebelión de Gonzalo Pizarro. y
robustecería su derecho cuando se implantaron las alcabalas y luego cuando se
estableció el estanco de aguardiente...Disculpemos sus vacilaciones en agosto
de 1809 como efecto de una noticia que venía envuelta en conjeturas y
suposiciones; asi resultaba difícil de interpretarla. Veamos tan solo que como
actuó después de que por su "constancia firmeza y acrisolada lealtad"
se le otorgó el tratamiento de Excelencia, en 1810" (por parte de Fernando
VII): CLC. (pag 123). Y se pregunta, Estrada Ycaza: "Qué pasaría para que
la complaciente Guayaquil de 1809, leal a la Corona hasta 1816 cuando menos...
(pág. 133).
"Los obstáculos que se pusieron al comercio del
aguardiente no servirían de detonante para una verdadera insurrección, como en
Quito lo fueron las alcabalas en 1592, y el mismo Estanco de Aguardiente en
1765. Más si habían servido para abonar el campo donde germinaban lentamente
las ideas de emancipación...Mientras se cumplía aquel proceso, Guayaquil
tendría una nueva oportunidad de demostrar su lealtad a la Corona en 1816"
(pag 124).
Julio Estrada Ycaza puntualiza que José Joaquín de Olmedo era funcionario de la Corona en 1820 (fue
elegido alcalde en septiembre de ese año). Y explica el "proceso de
transformación de realista a republicano que se operó en Olmedo". Señala
(pag 144) que "La poesía de Olmedo es la documentación más apropiada para
descubrir sus sentimientos, puesto que en ella vierte su corazón con
espontaneidad. la ODA EN LA MUERTE DE DOÑA MARIA ANTONIA DE BORBÓN, PRINCESA DE
ASTURIAS, que data de 1807, en EL ARBOL, de 1809, y en MARCHA, de aquella misma
época, como señala Espinosa Pólit, "a boca llena apellida a España su
patria y su madre". (Pag 144).
El Dr. Abel Romeo
Castillo coincide con Julio Estrada Ycaza al hablar del inmenso poeta que
fue Olmedo, en su folleto Olmedo: Prócer y Poeta, editado en 1980: "La
primera muestra de vigor poético épico nos la da Olmedo en su célebre oda EL ARBOL
(1808), escrita con indignación monárquica al saber que el astuto Emperador
Napoleón había atraído a la familia real española a Bayona...".
Abel Romeo Castillo cuenta que al viajar a España, por haber sido nombrado diputado a las Cortes, viajó a México, donde "fue recibido oficialmente y se le ofreció por parte del Virrey-Arzobispo un banquete en Tucubaya". (pag 27).
Abel Romeo Castillo cuenta que al viajar a España, por haber sido nombrado diputado a las Cortes, viajó a México, donde "fue recibido oficialmente y se le ofreció por parte del Virrey-Arzobispo un banquete en Tucubaya". (pag 27).
Y cuenta Abel Romeo
Castillo que "de su permanencia en España, en calidad de diputado,
fuera de las actas y de sus actuaciones dentro de ellas, queda de Olmedo una
curiosa y poco conocida correspondencia habida con la princesa del Brasil, doña
Carlota Joaquina de Borbón, quien le remitió una carta dándole las gracias por
su voto reconociéndole el derecho de suceder a la Corona, en caso de faltar la
línea del Infante Don Carlos María, hermano de Fernando VII. La carta de
contestación del diputado Olmedo -dice el historiador guayaquileño Abel Romeo
Castillo- en términos gentiles y elogiosos para la real dama, fue suscrita en
Cádiz el 8 de agosto de 1812". Dos años después de la matanza del 2 de
agosto de 1810.
Hechas estas necesarias referencias, volvamos a la cuestión central de este artículo.
Hechas estas necesarias referencias, volvamos a la cuestión central de este artículo.
Sucre, antes de ir al Pichincha, retrocedió hasta Máchala,
Pasaje, y llegó a Loja. Con gente de todo el litoral (antes hasta a la gente de
Esmeraldas, El Oro, Manabí y Los Ríos se les decía “guayaquileños) formó el
batallón YAGUACHI. En Loja esperó la llegada de los batallones del sur, con
soldados de todos los confines de Sudamérica. Paraguayos, chilenos, argentinos,
peruanos, incluso uruguayos. Yendo hacia el Norte, Sucre fortaleció sus tropas
con voluntarios guarandeños, cuencanos, lojanos...
DE LOJA FUE
SUCRE A LA BATALLA DEL PICHINCHA
Antes de ir hacia
el Norte, rumbo al Pichincha, Sucre primero retrocedió hasta Machala, Pasaje, y
llegó a Loja: este es un episodio que se “pasa de largo”. Hay gente interesada
en hacer creer que de Guayaquil Sucre fue directo hacia el Pichincha y esto es
falso. Primero fue hacia el Sur, hasta Loja.
Buscaba apoyo, pues entre la alta cúpula guayaquileña ya se mencionó que
no lo encontró. En todas partes hubo voluntarios que se integraron a sus tropas.
Se le fueron juntando fuerzas como las citadas. Para esto ya había reclutado
gente de toda la costa para formar el Batallón “YAGUACHI” (en esa época casi a
todo el litoral se le llamaba Guayaquil. No importa que hubiesen sido soldados
esmeraldeños, u oriundos de Jipijapa, Chone, Manta, Machala o Babahoyo…a todos
se les denominaba “guayaquileños” y todos merecieron, ya se sabe, elogios del
propio Bolívar por su desempeño).
En Loja fue donde esperó la llegada de batallones del Sur con soldados de todos los confines de Sudamérica.
Paraguayos, chilenos, argentinos, peruanos, incluso uruguayos. Cuando desde
Loja llegó a Cuenca ya tenía casi 3.000 soldados y seguía reclutando gente en
la serranía. Esta es la verdad documentada, no falsificada puerilmente. Toda
esta gente fue la que peleó en Pichincha.
Francisco Huerta
Rendón, historiador guayaquileño, cuenta que el 9 de febrero, en Saraguro,
el general Santa Cruz unía al ejército de Sucre la división que enviaba San
Martín, con 1200 hombres:
el batallón TRUJILLO”.
Estaba el batallón comandado por el general Córdova,
el batallón ALBION, conformado por ingleses que, por llegar atrasados, salvaron la batalla.
Además, se integró el batallón colombiano ALTO MAGDALENA.
Estaba el cuerpo del coronel Herrón, con sus Dragones colombianos,
y el batallón PAYA que fue uno de los primeros en entrar en combate. En un momento difícil cargaron a bayoneta. Mires comandó la división colombiana con el grueso de la infantería.
En total Sucre llegó al Pichincha con 2971 hombres según Salvador Lara, a quien seguimos. (Breve Historia del Ecuador). En este último cuerpo estaba el famoso y genial coronel Cestari, al mando de 120 hombres. Las monjas del Carmen Alto, entre las que estaban las hermanas del coronel Aguirre Mendoza, le enviaron notas a Sucre con datos de inteligencia.
el batallón TRUJILLO”.
Estaba el batallón comandado por el general Córdova,
el batallón ALBION, conformado por ingleses que, por llegar atrasados, salvaron la batalla.
Además, se integró el batallón colombiano ALTO MAGDALENA.
Estaba el cuerpo del coronel Herrón, con sus Dragones colombianos,
y el batallón PAYA que fue uno de los primeros en entrar en combate. En un momento difícil cargaron a bayoneta. Mires comandó la división colombiana con el grueso de la infantería.
En total Sucre llegó al Pichincha con 2971 hombres según Salvador Lara, a quien seguimos. (Breve Historia del Ecuador). En este último cuerpo estaba el famoso y genial coronel Cestari, al mando de 120 hombres. Las monjas del Carmen Alto, entre las que estaban las hermanas del coronel Aguirre Mendoza, le enviaron notas a Sucre con datos de inteligencia.
Eran hermanas también del Dr. Francisco Aguirre Mendoza, que
después fue Vicepresidente.
Estos son los batallones que combatieron en Pichincha’:’
LA DIVISIÓN “SANTA CRUZ”, DEL SUR, CON 1ZOO HOMBRES
EL BATALLÓN PERUANO “PIURA” AL MANDO DEL ARGENTINO VILLA
EL BATALLÓN PERUANO “TRUIILLO” AL MANDO DE SANTA CRUZ,
SUREÑO
EL BATALLÓN INGLÉS “ALBIÓN”.
EL CUERPO COLOMBIANO “PAVA”.
EL BATALLÓN MAGDALENA, DE COLOMBIA, AL MANDO DEL GENERAL
CORDOVA
LAS TROPAS QUE VINIERON DE COLOMBIA CON SUCRE: FUERON 700
SOLDADOS.
V EL “VAGUACHI”—A ESTE SE LE INTEGRARON SOLDADOS VOLUNTARIOS
DE VARIAS PARTES DEL ECUADOR, EN EL VIAJE HACIA EL NORTE: LOIANOS, RIOBAMBEÑOS,
AMBATEÑOS...—COMANDADO POR EL CORONEL MORALES. AGREGÚESE A ESTA CANTIDAD LOS 14
GUAYAQUILEÑOS CITADOS EN LA LISTA DE “El UNIVERSO”.
Cada uno de estos batallones tenía su respectivo estandarte
o bandera, y todos juntos flamearon en Pichincha luego de la derrota del
ejército español. Pero acá dicen que solo flameó la bandera de Guayaquil, la
única.
Vista la
composición general de este ejército, no se puede decir, de ninguna manera, que
“tropas de Guayaquil combatieron en Pichincha”.
No hay asidero alguno para decir eso. Aunque se sabe que hubo guayaquileños
sirviendo al ejército realista en ese tiempo.
El entonces coronel Vicente Aguirre Mendoza (que
fue quien luego representó, mediante poder, a Sucre en el matrimonio con la
marquesa de Solanda, y que más tarde fue suegro de la famosa Virginia Klinger) le
salió al encuentro, ya bien al Norte, con provisiones y caballerías de repuesto
(Salvador Lara), junto con un grupo de voluntarios. Y le entregó a Sucre un
grupo de indios, dirigidos por Lucas
Tipán (cuyo padre era un cacique monárquico), quienes se encargaron de
guiar a Sucre trepando los páramos andinos. Ellos
cumplieron una gran labor de inteligencia, avisando a Sucre todo lo referente a
la ubicación de las tropas españolas. Estos anónimos compatriotas jugaron un
papel táctico elemental. Ellos guiaron al ejército de Sucre en la ascensión del
Pichincha.
Rosa Montúfar Larrea, esposa de Aguirre (hija de Juan Pío
Montúfar), previamente organizó en Quito la fuga del general Mires, que estaba preso por los realistas en Quito,
sobornando a los centinelas. Tal cosa fue útil, pues Mires trajo valiosa
información de inteligencia.
A estas alturas ya la lucha por la independencia estaba muy
avanzada. No era el mismo panorama precursor y solitario del 10 de agosto de
1809. Había transcurrido más de una década en la que la historia se había
acelerado. Había ejércitos independentistas triunfantes que avanzaban
invencibles: por el Sur, las tropas del General San Martín eran ya dueñas de la
situación siquiera en dos países. Todo había cambiado. Ahora la independencia
ya no era tan solo la idea de unos notables de Quito que en vista de las
adversas circunstancias realizaron su hazaña invocando fidelidad a un rey
mientras destituían a sus autoridades y representantes (cosa que se soslaya
olímpicamente). La batalla de Boyacá (1819) había dado un empuje concreto a
esta causa. La correlación de fuerzas había cambiado por completo y para la
independencia total prácticamente solo faltaban dos batallas finales: las de
Junín (6 VIII de 1824) y la definitiva, que fue la de Ayacucho (9 XII de 1824).
Era la corriente de la época a la que Guayaquil fue involucrada y comprometida por el arrojo y la audacia de soldados extranjeros que pasaron de visita: los venezolanos Febres Cordero, Letamendi, Urdaneta, y algunos peruanos como el cacique Alvarez, Nájera...Fueron estos soldados extranjeros -con gran ascendiente entre la tropa- los artìfices ejecutores del 9 de Octubre. Ellos les dieron independizando a los burgueses de Guayaquil. Sin ellos no se habrìa producido -por lo menos en ese momento- la independencia de esta querida ciudad.
En el libro El Poder Político en Ecuador, Oswaldo Hurtado dice: "El 9 de 1820 es obra de soldados del ejército español que abrazan la causa de la independencia".
Era la corriente de la época a la que Guayaquil fue involucrada y comprometida por el arrojo y la audacia de soldados extranjeros que pasaron de visita: los venezolanos Febres Cordero, Letamendi, Urdaneta, y algunos peruanos como el cacique Alvarez, Nájera...Fueron estos soldados extranjeros -con gran ascendiente entre la tropa- los artìfices ejecutores del 9 de Octubre. Ellos les dieron independizando a los burgueses de Guayaquil. Sin ellos no se habrìa producido -por lo menos en ese momento- la independencia de esta querida ciudad.
En el libro El Poder Político en Ecuador, Oswaldo Hurtado dice: "El 9 de 1820 es obra de soldados del ejército español que abrazan la causa de la independencia".
Cuando comenzó la batalla a la vanguardia estaba Córdova con
sus tropas del Magdalena. El Albión venía detrás, con el parque. A las nueve y
media de la mañana del 24 de mayo se inició el combate. Resta decir que buena
parte del ejército de Aymerich estaba compuesto por indios, reclutados a la
fuerza, segùn el decir de Alfonso Rumazo Gonzzàlez. En general los indios vieron esta guerra entre españoles y
terratenientes como “una pelea entre blancos”. Su suerte no iba a cambiar,
cualquiera que fuese el vencedor. Y así fue. Con Flores se consolidó el latifundismo.
Olmedo, su compadre, fue el vicepresidente, que cantó sus "glorias"
en inspiradísimos versos, sobre los que oportunamente hicieron comentarios
personajes como Leopoldo Benites Vinueza y Angel F. Rojas.
El maestro guayaquileño Leopoldo
Benites, en su magistral obra Ecuador: Drama y Paradoja, escribió: "Y
Olmedo, el poeta de la libertad, el caudillo de la emancipación de octubre de
1820, el glorioso político de la independencia, prostituye su lira heróica, con
la que habia cantado la gloria de Bolívar en Junín, al ordenar, en imprecación
magnífica, al Chimborazo: "Rey de los Andes, la ardua frente inclina que
pasa el vencedor". El vencedor era Flores, que acababa de exterminar a los
ecuatorianos que luchaban contra el pretorianismo".
El batallón español ARAGÓN logró dar un rodeo y se ubicó a
la espalda de las tropas de Sucre. Entonces llegó el ALBION, con las
municiones. “Se lanzan como un alud sobre el Aragón, lo desbandan, lo liquidan,
lo derrotan”. A las 12 del día Aymerich ordena la retirada. Córdova los
persigue y baja tras ellos hasta El Tejar, sin entrar en la ciudad.
Sucre, en su informe, contabilizó “400 muertos enemigos y
200 nuestros. 190 heridos de los españoles y 140 nuestros”. En total 600
muertos. Esa fue una batalla continental que abrió una etapa nueva en la lucha
por la independencia. La Real Audiencia de Quito se había liberado de la
coyunda española para siempre.
Entonces flamearon banderas de todas partes del continente.
Cada batallón tenía la suya. Hubo soldados de Bolívar y de San Martín. Esta es la verdadera historia de esa memorable batalla, tan desfigurada por regionalistas de Guayaquil que repiten que “en Pichincha flameó la bandera de Guayaquil porque fuimos a independizarles”. “Esa fue la ÚNICA bandera que flameó en Pichincha”.
Algunos han comentado que la del Pichincha fue "la màs continental de todas las batallas de la independencia".
Pero lo que quieren es echar loas a la burguesía comercial guayaquileña de esa época, que era decididamente monárquica. En Pichincha flameó tambièn la bandera tricolor que Miranda trajo de Rusia, evocando sus amores con Catalina “La Grande”, que lo protegió con un salvoconducto especial en sus andanzas quijotescas por Europa.
La bandera azul y blanco era la que San Martín traía desde Argentina, pasando por el Perú, al que se sentía tan vinculada la aristocracia de Guayaquil, según dice varias veces el maestro guayaquileño Leopoldo Benites Vinueza en su memorable libro “Ecuador: Drama y Paradoja”.
Cada batallón tenía la suya. Hubo soldados de Bolívar y de San Martín. Esta es la verdadera historia de esa memorable batalla, tan desfigurada por regionalistas de Guayaquil que repiten que “en Pichincha flameó la bandera de Guayaquil porque fuimos a independizarles”. “Esa fue la ÚNICA bandera que flameó en Pichincha”.
Algunos han comentado que la del Pichincha fue "la màs continental de todas las batallas de la independencia".
Pero lo que quieren es echar loas a la burguesía comercial guayaquileña de esa época, que era decididamente monárquica. En Pichincha flameó tambièn la bandera tricolor que Miranda trajo de Rusia, evocando sus amores con Catalina “La Grande”, que lo protegió con un salvoconducto especial en sus andanzas quijotescas por Europa.
La bandera azul y blanco era la que San Martín traía desde Argentina, pasando por el Perú, al que se sentía tan vinculada la aristocracia de Guayaquil, según dice varias veces el maestro guayaquileño Leopoldo Benites Vinueza en su memorable libro “Ecuador: Drama y Paradoja”.
AI día siguiente, luego de la capitulación de Aymerich,
Sucre entró victorioso en Quito, que fue calificada por Carlos Julio Arosemena
Monroy como la “tradicional ciudad del acendrado y puro linaje histórico” en la
V Convención Nacional del Partido Nacionalista Revolucionario, celebrada en
Quito el 17 de mayo de 1980.
La independencia de Guayaquil fue conseguida sin batalla
alguna, por soldados extranjeros disidentes del ejército español (incluso
Oswaldo Hurtado lo dice en EL PODER POLITICO EN ECUADOR: “El 9 de octubre es
obra de soldados del ejército español que abrazan la causa de la
independencia”. A ellos y a Febres Cordero se los quiere convertir ahora en
“segundones” de Olmedo y compañía). Se organizó LA DIVISIÓN PROTECTORA DE
QUITO, que tuvo efímera existencia, pues fue despedazada en la primera batalla
de “Huachi”, liderada por Febres Cordero, el 22 de noviembre de 1820.
Reagrupar y reorganizar a los sobrevivientes y a nuevos
reclutas fue tarea de Sucre. En la segunda batalla de “Huachi” nuevamente los
españoles arrasaron y hubo en el bando local 800 muertos. Fue una feroz batalla
que causó más bajas que la del Pichincha. El segundo “Huachi” fue un colapso,
un desbarajuste, y ahí falleció un guayaquileño realmente ilustre, del que no
se habla mucho, pero que supera en mérito a todos sus paisanos de esa época: JOSÉ DE ANTEPARA. El había sido, en
Londres, secretario de Miranda, el precursor.
MUERTE DE JOSE DE ANTEPARA: AUTENTICO VALOR
REPUBLICANO
Luego del 9 de
octubre se había conformado el escuadrón “DAULE”, cuyo jefe era Matías
Firapagui; El batallón “Voluntarios de la Patria”, cuyo comandante era Ignacio
del Alcázar; El Cuerpo de Infantería “DEFENSORES”, al mando del teniente
coronel Dionisio de Acuste. Esta fue la famosa DIVISION PROTECTORA DE QUITO, que fue despedazada en la primera
batalla de “Huachi”, liderada por Febres Cordero, el 22 de noviembre de 1820.
Reagrupar y engrosar tropas de todos lados para subir hacia el Norte fue la
tarea de Sucre. El tenía a su mando 700 soldados colombianos. En la segunda
batalla de “Huachi” perecieron 800 soldados. Fue todo un desbarajuste. Ahí
falleció heroicamente un guayaquileño, ese si digno de todos los honores: JOSE DE ANTEPARA. Este es superior en
méritos a todos sus paisanos.
Como consecuencia del grito del 10 de agosto, Quito había
sido convertida por el ejército español en un fortín realista. La represión que
hubo en 1810 produjo tres cientos muertos y se perdió una generación de
dirigentes y líderes. Además, Quito y la sierra norte tenían una tradición de
lucha que arranca desde la “revolución de las alcabalas” (contra un impuesto
que en Guayaquil fue aceptado sumisamente según destaca Carlos Landázuri Camacho en su ensayo “La Revolución de las
Alcabalas” en el tomo 4 de la Historia del Ecuador de Salvat) de 1592. Esto
hacía que los estrategas realistas tomaran toda clase de medidas para prevenir
cualquier nuevo levantamiento.
SUBLEVACIONES SERRANAS INDIGENAS Y POPULARES EN
LA COLONIA
Los españoles
tenían, de seguro, muy claro el currículum subversivo de toda la sierra y del
oriente, y de su memoria no se habría borrado el recuerdo de la “Revolución de
las Alcabalas” (contra un impuesto que en Guayaquil fue aceptado sumisamente
según destaca Carlos Landázuri Camacho
en su ensayo “La Revolución de las
Alcabalas” en el tomo 4 de la Historia del Ecuador de Salvat) de 1592; y
habrán tenido presente otros movimientos subversivos como los siguientes:
El “Motín de los Estancos” de 1765
la serie de
levantamientos indígenas que comenzaron con el de 1578 cuando destruyeron Avila
y Archidona:
el de 1599 en que
quemaron Logroño y Sevilla de oro;
luego, en 1770, la
sublevación de los indios de Patate;
el levantamiento de
Otavalo, Caranqui, San Pablo, Atuntaqui y Cotacachi en 1777;
el de los indios de
Guano en 1778
y el de Guamote en
1779, el tumulto de Alausí de 1760,
la sublevación
contra las mitas en Riobamba en 1764,
la rebelión contra
lacobranza de tributos en San Miguel de Molleambato en 1766 ,
el alzamiento de
los indios “conciertos” en el obraje de SanIldefonso, en Pelileo y Patate, en
1768,
la sublevación
indígena de Latacunga en 1771,
la sublevación en
Ambato en 1780,
la rebelión contra
los diezmos en Columbe y Guamote en 1803,
como enumera en el
mismo tomo citado de Salvat Segundo Moreno
Yánez, en su ensayo “Rebeliones, asonadas y levantamientos indígenas”.
La sierra había estado combatiendo permanentemente la
prepotencia española y terrateniente. Había una tradición libertaria. Eran
reductos tenaces que preocupaban profundamente a los estrategas monárquicos. De
ahí que la presencia de fuertes destacamentos había sido vista por ellos como
una necesidad básica. La postura de la burguesía guayaquileña no tuvo en
absoluto estas características a lo largo de la historia de nuestra dominación
colonial. En Guayaquil predominaba el criterio monárquico.
En esta región la
corona tenía batallones y regimientos absolutamente confiables. En esta parte
de la Real Audiencia había una tradición libertaria. Nunca había habido
conformismo frente al coloniaje. Todo había sido una permanente resistencia
dominada a punta de sangre. Eran reductos que preocupaban profundamente a los
estrategas monárquicos. De ahí que la presencia de fuertes destacamentos había
sido vista por ellos como una necesidad básica. Lo dictaba la voz de la
experiencia.
Estos destacamentos
españoles (en los que había oficiales guayaquileños según varios
investigadores) eran una amenaza para la causa del 9 de octubre. Si no se
eliminaban estos bastiones realistas, la causa estaba perdida. Tranquilamente
podría producirse en Guayaquil otro 2 de agosto sangriento como el de Quito. Y
los estrategas independentistas –disidentes del ejército español, con Febres
Cordero a la cabeza-, que ya habían liberado a Guayaquil, no podían correr ese
riesgo.
Así que se
prepararon concienzudamente para derrotar a las fuerzas realistas acantonadas
en el territorio de lo que se llamaba Real Audiencia de Quito. Sin embargo,
todo ese ejército que se formó en Guayaquil fue despedazado en la batalla de
Huachi. Recordemos que, como consecuencia de esa derrota, el propio Febres
Cordero fue arrestado en Guayaquil. El episodio de su defensa pública y de su
posterior resentimiento son cosa conocida. Huachi fue un lugar fatídico para la
causa de la independencia, pues en ese mismo sitio después fue derrotado el
ejército colombiano de Sucre. Ahí se perdió ese valiosísimo personaje que era Antepara, que en Londres había actuado
nada menos que como secretario de
Miranda, el hombre que le abrió las puertas de ese país a Bolívar, quien,
después, lo entregaría a los españoles en Venezuela.
Era un asunto de sobrevivencia, para la independencia de
Guayaquil, eliminar ese peligro que constituía ese bastión españolista
acantonado en Quito. Cuando llegó Sucre, avalizó totalmente este punto de
vista. y empezaron los preparativos para continuar la lucha que culminó el 24
de mayo.
Es decir, no fue que los oligarcas guayaquileños se
“pusieron patriotas y generosos” y quisieron por amor a la causa liberar a
Quito...ya antes, cuando lo del 10 de agosto, ellos proclamaron su fidelidad al
rey por lo que Fernando VII, luego de que abolió las Cortes y proclamó la monarquía
absoluta, les recompensó por su lealtad con mercedes arancelarias, según cuenta
el historiador guayaquileño Julio
Estrada Ycaza. Ellos no tuvieron nada que ver con esta decisión estratégica
de carácter militar. En su “Ecuador Profundo” (tomo uno: pág. 480) Pérez Pimentel dice que cuando, luego
del 9 de octubre, se conformó el nuevo cabildo guayaquileño, “todas las
autoridades eran realistas”.
En su “BREVE HISTORIA DEL ECUADOR”,
Jorge Salvador Lara dice que Sucre tenía en total 2971 soldados. 150 eran
de la zona del litoral o “de Guayaquil”, según Andrade Reinberg.: el 4%. Según “El Universo” fueron 14 los
guayaquileños que estuvieron en Pichincha. Pero en el libro HISTORIA DE
GUAYAQUIL, con mucha frescura, se suelta esta frase: “Ese 24 de mayo de 1822 se
cumplió el principal objetivo que Guayaquil se había impuesto desde que
proclamó su independencia: dar la libertad a Quito”. Diciendo incompletas las
cosas, el libro señala que Sucre “decidió dar un gran rodeo por Machala”, pero omite decir que la
cita con los batallones que llegaban del Sur fue en Loja. Y entre las tropas que arriban solo cita a la división del Coronel
Santa Cruz.
Huerta Rendón, historiador
guayaquileño, confirma: “A fines de enero de 1822, organizados
ya los ejércitos de Guayaquil y de Colombia, emprendían nuevamente la campaña
libertadora bajo las órdenes de Sucre. Las fuerzas republicanas se reunieron en
Machala y en Pasaje en los últimos días de enero, y en la primera semana de febrero
trasmontaban los Andes. El 9 de ese mes, en
Saraguro, provincia de Loja, el general Santa Cruz unía al ejército de Sucre la
división que enviaba San Martín. El 21 de febrero
entraba Sucre en Cuenca, abandonada por el jefe realista Tolrá. El 21 de abril
se libraba el combate de Riobamba, en la cual fueron rechazados con grandes pérdidas los realistas y ocupada la ciudad.
Díez días después entraba en Latacunga, prosiguiendo
hacia el Norte donde se encontraba su meta, Quito…el 22 de Mayo acampaba todo
el ejército de Sucre en el pueblo de Chillogallo y el 23 por la noche emprendía la ascensión del Pichincha, desafiando
las tinieblas y los abismos…a las 9 de la mañana del 24 de Mayo, los batallones
republicanos se encontraban desplegados en las faldas del histórico
volcán…Aymérich..ordenó a sus tropas tocar ataque y los batallones realistas
comenzaron a subir a las faldas del volcán, donde fueron envueltos, arrollados
y rechazados por los patriotas. Por segunda vez avanzaron los realistas
atacando con mayores bríos, y por segunda vez se vieron obligados a ceder al
impetuoso valor de Córdova, Santa Cruz y de los batallones…”.
Para esto, el último Presidente de la Real Audiencia, Don Juan de la
Cruz Mourgeón, había muerto un mes antes, en abril de 1822.
Totalmente de acuerdo con lo manifestado por el prolífico y destacado escritor Carlos Lasso Cueva, solamente una consideración en la parte que señala: "...Resta decir que buena parte del ejército de Aymerich estaba compuesto por indios, reclutados a la fuerza. En general los indios vieron esta guerra entre españoles y terratenientes como “una pelea entre blancos”..." Hay dos afirmaciones que no corresponden con exactitud plena a lo magníficamente relatado: 1. No hubo indios en las tropas de Aymerich, se trataba de un viejo ejército profesional, cuyosoficiales y Jefes, provenían desde las primeras guerras contra Quito y tuvieron un periplo gigantesco de decenas de batallas en La Presidencia de Quito (1809-1816) y en el virreynato de Nueva Granada, a tal punto que combatieron contra Bolívar en Boyacá el 7 de agosto de 1819 (habiéndolo hecho durante todo el período de 1816 a 1819); e incluso, muchos de ellos, en la Batalla de Bomboná el mes anterior, esto es, abril de 1822. En cuanto a la tropa, era la misma veterana que invadó las provincias de Quito desde 1809, naturalmente con las bajas producidas en esos enormes 13 años y más de 50 batallas, pero quedaban muhcos soldados y tropa de 1809. Esa tripa estaba constituida por clases de Guayaquil, Cuenca y Lima, como se demuestra en los libros: "Los Ejércitos del Rey en Quito y Nueva Granada", Quito, 2014; y, "Las Guerras Libertarias de Quito, los Próceres olvidados de la Independencia", año 2009. En otras palabras: el Ejército de Aymerich estaba constituído en un 95% de guayaquileños, cuencanos y peruanos. El 4% eran colombianos y el 1% oficiales españoles. No había indígenas. 2. En segundo lugar, muchos indígenas y pueblos enteros combatieron efectivamente en los dos bandos. En lo que son las provincias del norte de la Audiencia de Quito: Tungurahua, Cotopaxi, Pichincha, Imbabura, Carchi, Túquerres y Obando, (Sur de la Provincia de los Pastos) fueron ndecididos por la causa Patriota, sin que nadie les reclutase. En las provincias del sur; Cañar, Azuay, Loja y en el norte de Túquerres, vale decir, en el territorio norte de la Provincia de los Pastos, fueron realistas. Fue marcada la división de comunidades adictas a la Libertad y las otras, refractarias a la misma, sean blancos, mestizos o indios. Por su parte los indios y negros de Esmeraldas y los indios de Manabí, desde un primero momento, se inclinaron por la causa de la Libertad, esto es desde 1809. Un atento saludo al muy expedito autor del artículo.
ResponderEliminarDispensas por los errores de tipeo, mecanográficos.
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