viernes, 6 de diciembre de 2019

LA BATALLA DEL PICHINCHA.



LA BATALLA DEL PICHINCHA

Por Carlos Lasso Cueva.



Hay muchas distorsiones sobre la Batalla del Pichincha. Últimamente ha habido gente que se ha dedicado sobre todo en las radios a decir sandeces. Algún ignorante recién aparecido debutó manifestando que “siquiera el 40% de los que combatieron en Pichincha eran de Guayaquil”. Y en algunas radios, no han faltado quienes, sin basarse en ningún historiador reconocido ni en ninguna fuente, proclaman que esa batalla fue un “triunfo de los guayaquileños logrado por los guayaquileños”. En un libro fantasioso publicado por el Municipio de Guayaquil se proclamó que los mandamases de Guayaquil habían financiado hasta la independencia del Perú y de América. Estos son delirios de gente de extrema derecha, que quiere hacer quedar bien a la oligarquía guayaquileña, inventándole un montón de glorias que no tiene. De lo único que si puede jactarse la burguesía comercial Guayaquileña es de haber masacrado al pueblo guayaquileño dos veces: el 15 de noviembre de 1922 y el 2 y 3 de junio de 1959.

14 GUAYAQUILEÑOS ESTUVIERON EN LA BATALLA DEL PICHINCHA SEGÚN “EL Universo”.

Según un artículo publicado en la revista dominical de “El Universo” (del 24 V 2009) la nómina de los  guayaquileños que combatieron en Pichincha es la siguiente: vale la pena recordar con inmenso afecto estos nombres:

Guillermo Bodero,

Antonio Elizalde,

coroneles Baltasar García y de la Rocha, Carlos Acevedo y Francisco de Paula Lavayen y Muguerza.

Los subtenientes José López, Manuel Salcedo, Mariano Soto y Antonio Salazar;

los capitanes Diego Manrique y Fulgencio Rocha, Agustín Lavayen y Muguerza, Manuel de Lara y Ponce de León y Manuel Avilés Pacheco. Tengo entendido que ahí faltó el nombre de Lorenzo de Garaicoa. Con él serían 15.

Son 14 personas de primera categoría a los que les debemos rendir tributo. Formaron parte del ejército de Sucre, compuesto por prácticamente 3.000 hombres oriundos de todas las localidades de Sud América. Destaca entre ellos Elizalde, que escribiría después otras páginas importantes en la historia del Ecuador, oponiéndose heroicamente al oscuro gobierno de Juan José Flores, al que respaldó toda la oligarquía de Guayaquil y de Quito. Con Manuel Matheu, Zaldumbide, Pedro Moncayo, Manuel y Roberto Ascásubi Matheu, estuvo en la batalla de Miñarica (que fue una carnicería de ecuatorianos masacrados por las tropas venezolano-africanas de Flores). Y fue quien a punta de bala en la guerra iniciada por sus tropas el 6 de marzo de 1845, luego de una serie de combates, batallas y escaramuzas a lo largo y ancho del Ecuador, logró la rendición final de éste pocos meses después. Al ilustre Elizalde no se le han reconocido sus aportes y méritos. Se prefiere ensalzar a Olmedo, el compadre de Flores.







Cuando llegó Sucre a Guayaquil, con 700 soldados, dice Luis Andrade Reimbers (en su ensayo "lo que   Sucre hizo por Ecuador"), que la oligarquía guayaquileña le negó su apoyo. Antes respaldó a los españoles que masacraron a los próceres el 2 de agosto. Luego patrocinó a Juan José Flores en la matanza que hizo de casi mil liberales ecuatorianos nacionalistas en la batalla de Miñarica. Dicen que este se hizo malo recién en 1843... En su libro EL 9 DE OCTUBRE Y LA CAMPAÑA LIBERTADORA”, Camilo Destruge, tan minucioso, no menciona ningún aporte guayaquileño pero si aclara que se hizo una pequeña colecta en Manabí donde se recaudaron poco más de 10.000 pesos y donde un cura donó un burrito, y que Loja donó más de 200.000 pesos.

Tampoco Julio Estrada Ycaza pudo hablar de ningún apoyo del patriciado de Guayaquil para esta causa. Lo que sí cuenta, en cambio, Pérez Pimentel, es que se extorsionó a los comerciantes españoles y a estos se les obligó a entregar aportes económicos. No hay dato alguno referido a alguna contribución de los oligarcas de Guayaquil. Ni Destruge, ni Estrada, ni Pérez Pimentel dicen nada sobre esto. Si existiera una prueba de ello, lo seguro es que tal documento sería publicitado a los cuatro vientos. Pero no hay ni hubo nada que exhiban estos historiadores. 

La burguesía comercial guayaquileña era más bien pro monárquica y jugó un oscuro papel en el proceso de la independencia. No olvidemos lo que dicen Destruge y Pérez Pimentel que hacia 1815, esto es, un lustro y más después del 10 de agosto y de la masacre del 2 de agosto, y luego de la independencia de Venezuela, el famoso prócer guayaquileño José de Villamil (que hasta tiene una estatua) traficaba con armas que en su goleta “Alcance” traía desde Nueva Orleans para vendérselas a los españoles. Por lo demás, Pérez Pimentel, Cronista Vitalicio de Guayaquil, dice en su ECUADOR PROFUNDO ( Tomo l. pág. 380): “Y así, apaciblemente, llegó el 9 de Octubre, que a muchos tomó por sorpresa, y entre ellos a Olmedo”, monárquico en 1809... 

Osvaldo Hurtado explica en El Poder Político en Ecuador (cuarta edición, Ariel, pág. 51) porqué la burguesía guayaquileña no apoyó al movimiento del 10 de agosto: "Los comerciantes y agricultores guayaquileños, enriquecidos por las crecientes exportaciones de cacao, no encuentran razones para apoyar el movimiento emancipador y lo combaten. Alegando esta muestra de fidelidad solicitan y obtienen de la Corona una simulada autorización para exportar a la península sin pagar impuestos". Este hecho se trata de torcer, en las explicaciones locales. 

Se aduce que no apoyaron a ese movimiento porque no era lo suficientemente antimonárquico, como ellos, que eran monárquicos.

El prestigioso historiador guayaquileño Julio Estrada Ycaza (él y su distinguida esposa María Teresa me honraron con su amistad), en su obra La Lucha de Guayaquil por el Estado de Quito, reconoce con gran honradez intelectual lo que aquí ocultan algunos sofistas y demás practicantes del conveniente revisionismo histórico pro-oligárquico. En el primer tomo hace las siguientes aclaraciones: "Tan certera fue la evaluación de los sentimientos guayaquileños por Rocafuerte que, lanzado el grito del 10 de agosto, no encontró aquí el eco que era de esperarse dado el antiguo y reiterado vínculo entre las dos ciudades...Es indiscutible que aún admitiendo que no todos los protagonistas del 10 de agosto tuvieron como meta la Independencia, ante las autoridades constituidas aquel movimiento se presentaba con ese carácter. De otra manera, no podría explicarse ni la matanza del 2 de agosto ni los otros eventos..." (pag 110). Algo que los historiadores contemporáneos de Guayaquil pasan por alto y tergiversan categóricamente.

Continúa aclarando estas cosas don Julio Estrada Ycaza: "Guayaquil adquirió su título de lealtad y nobleza por su comportamiento en la rebelión de Gonzalo Pizarro. y robustecería su derecho cuando se implantaron las alcabalas y luego cuando se estableció el estanco de aguardiente...Disculpemos sus vacilaciones en agosto de 1809 como efecto de una noticia que venía envuelta en conjeturas y suposiciones; asi resultaba difícil de interpretarla. Veamos tan solo que como actuó después de que por su "constancia firmeza y acrisolada lealtad" se le otorgó el tratamiento de Excelencia, en 1810" (por parte de Fernando VII): CLC. (pag 123). Y se pregunta, Estrada Ycaza: "Qué pasaría para que la complaciente Guayaquil de 1809, leal a la Corona hasta 1816 cuando menos... (pág. 133).

"Los obstáculos que se pusieron al comercio del aguardiente no servirían de detonante para una verdadera insurrección, como en Quito lo fueron las alcabalas en 1592, y el mismo Estanco de Aguardiente en 1765. Más si habían servido para abonar el campo donde germinaban lentamente las ideas de emancipación...Mientras se cumplía aquel proceso, Guayaquil tendría una nueva oportunidad de demostrar su lealtad a la Corona en 1816" (pag 124).

Julio Estrada Ycaza puntualiza que José Joaquín de Olmedo era funcionario de la Corona en 1820 (fue elegido alcalde en septiembre de ese año). Y explica el "proceso de transformación de realista a republicano que se operó en Olmedo". Señala (pag 144) que "La poesía de Olmedo es la documentación más apropiada para descubrir sus sentimientos, puesto que en ella vierte su corazón con espontaneidad. la ODA EN LA MUERTE DE DOÑA MARIA ANTONIA DE BORBÓN, PRINCESA DE ASTURIAS, que data de 1807, en EL ARBOL, de 1809, y en MARCHA, de aquella misma época, como señala Espinosa Pólit, "a boca llena apellida a España su patria y su madre". (Pag 144).

El Dr. Abel Romeo Castillo coincide con Julio Estrada Ycaza al hablar del inmenso poeta que fue Olmedo, en su folleto Olmedo: Prócer y Poeta, editado en 1980: "La primera muestra de vigor poético épico nos la da Olmedo en su célebre oda EL ARBOL (1808), escrita con indignación monárquica al saber que el astuto Emperador Napoleón había atraído a la familia real española a Bayona...". 

Abel Romeo Castillo cuenta que al viajar a España, por haber sido nombrado diputado a las Cortes, viajó a México, donde "fue recibido oficialmente y se le ofreció por parte del Virrey-Arzobispo un banquete en Tucubaya". (pag 27).

Y cuenta Abel Romeo Castillo que "de su permanencia en España, en calidad de diputado, fuera de las actas y de sus actuaciones dentro de ellas, queda de Olmedo una curiosa y poco conocida correspondencia habida con la princesa del Brasil, doña Carlota Joaquina de Borbón, quien le remitió una carta dándole las gracias por su voto reconociéndole el derecho de suceder a la Corona, en caso de faltar la línea del Infante Don Carlos María, hermano de Fernando VII. La carta de contestación del diputado Olmedo -dice el historiador guayaquileño Abel Romeo Castillo- en términos gentiles y elogiosos para la real dama, fue suscrita en Cádiz el 8 de agosto de 1812". Dos años después de la matanza del 2 de agosto de 1810. 

Hechas estas necesarias referencias, volvamos a la cuestión central de este artículo.

Sucre, antes de ir al Pichincha, retrocedió hasta Máchala, Pasaje, y llegó a Loja. Con gente de todo el litoral (antes hasta a la gente de Esmeraldas, El Oro, Manabí y Los Ríos se les decía “guayaquileños) formó el batallón YAGUACHI. En Loja esperó la llegada de los batallones del sur, con soldados de todos los confines de Sudamérica. Paraguayos, chilenos, argentinos, peruanos, incluso uruguayos. Yendo hacia el Norte, Sucre fortaleció sus tropas con voluntarios guarandeños, cuencanos, lojanos...



DE LOJA FUE SUCRE A LA BATALLA DEL PICHINCHA

Antes de ir hacia el Norte, rumbo al Pichincha, Sucre primero retrocedió hasta Machala, Pasaje, y llegó a Loja: este es un episodio que se “pasa de largo”. Hay gente interesada en hacer creer que de Guayaquil Sucre fue directo hacia el Pichincha y esto es falso. Primero fue hacia el Sur, hasta Loja.  Buscaba apoyo, pues entre la alta cúpula guayaquileña ya se mencionó que no lo encontró. En todas partes hubo voluntarios que se integraron a sus tropas. Se le fueron juntando fuerzas como las citadas. Para esto ya había reclutado gente de toda la costa para formar el Batallón “YAGUACHI” (en esa época casi a todo el litoral se le llamaba Guayaquil. No importa que hubiesen sido soldados esmeraldeños, u oriundos de Jipijapa, Chone, Manta, Machala o Babahoyo…a todos se les denominaba “guayaquileños” y todos merecieron, ya se sabe, elogios del propio Bolívar por su desempeño). 



En Loja fue donde esperó la llegada de batallones del Sur con soldados de todos los confines de Sudamérica. Paraguayos, chilenos, argentinos, peruanos, incluso uruguayos. Cuando desde Loja llegó a Cuenca ya tenía casi 3.000 soldados y seguía reclutando gente en la serranía. Esta es la verdad documentada, no falsificada puerilmente. Toda esta gente fue la que peleó en Pichincha.





Francisco Huerta Rendón, historiador guayaquileño, cuenta que el 9 de febrero, en Saraguro, el general Santa Cruz unía al ejército de Sucre la división que enviaba San Martín, con 1200 hombres: 
el batallón TRUJILLO”. 
Estaba el batallón comandado por el general Córdova, 
el batallón ALBION, conformado por ingleses que, por llegar atrasados, salvaron la batalla. 
Además, se integró el batallón colombiano ALTO MAGDALENA. 
Estaba el cuerpo del coronel Herrón, con sus Dragones colombianos, 
y el batallón PAYA que fue uno de los primeros en entrar en combate. En un momento difícil cargaron a bayoneta. Mires comandó la división colombiana con el grueso de la infantería. 

En total Sucre llegó al Pichincha con 2971 hombres según Salvador Lara, a quien seguimos. (Breve Historia del Ecuador). En este último cuerpo estaba el famoso y genial coronel Cestari, al mando de 120 hombres. Las monjas del Carmen Alto, entre las que estaban las hermanas del coronel Aguirre Mendoza, le enviaron notas a Sucre con datos de inteligencia.

Eran hermanas también del Dr. Francisco Aguirre Mendoza, que después fue Vicepresidente.

Estos son los batallones que combatieron en Pichincha’:’

LA DIVISIÓN “SANTA CRUZ”, DEL SUR, CON 1ZOO HOMBRES

EL BATALLÓN PERUANO “PIURA” AL MANDO DEL ARGENTINO VILLA

EL BATALLÓN PERUANO “TRUIILLO” AL MANDO DE SANTA CRUZ, SUREÑO

EL BATALLÓN INGLÉS “ALBIÓN”.

EL CUERPO COLOMBIANO “PAVA”.

EL BATALLÓN MAGDALENA, DE COLOMBIA, AL MANDO DEL GENERAL CORDOVA

LAS TROPAS QUE VINIERON DE COLOMBIA CON SUCRE: FUERON 700 SOLDADOS.

V EL “VAGUACHI”—A ESTE SE LE INTEGRARON SOLDADOS VOLUNTARIOS DE VARIAS PARTES DEL ECUADOR, EN EL VIAJE HACIA EL NORTE: LOIANOS, RIOBAMBEÑOS, AMBATEÑOS...—COMANDADO POR EL CORONEL MORALES. AGREGÚESE A ESTA CANTIDAD LOS 14 GUAYAQUILEÑOS CITADOS EN LA LISTA DE “El UNIVERSO”.

Cada uno de estos batallones tenía su respectivo estandarte o bandera, y todos juntos flamearon en Pichincha luego de la derrota del ejército español. Pero acá dicen que solo flameó la bandera de Guayaquil, la única.

Vista la composición general de este ejército, no se puede decir, de ninguna manera, que “tropas de Guayaquil combatieron en Pichincha”.  No hay asidero alguno para decir eso. Aunque se sabe que hubo guayaquileños sirviendo al ejército realista en ese tiempo.



El entonces coronel Vicente Aguirre Mendoza (que fue quien luego representó, mediante poder, a Sucre en el matrimonio con la marquesa de Solanda, y que más tarde fue suegro de la famosa Virginia Klinger) le salió al encuentro, ya bien al Norte, con provisiones y caballerías de repuesto (Salvador Lara), junto con un grupo de voluntarios. Y le entregó a Sucre un grupo de indios, dirigidos por Lucas Tipán (cuyo padre era un cacique monárquico), quienes se encargaron de guiar a Sucre trepando los páramos andinos. Ellos cumplieron una gran labor de inteligencia, avisando a Sucre todo lo referente a la ubicación de las tropas españolas. Estos anónimos compatriotas jugaron un papel táctico elemental. Ellos guiaron al ejército de Sucre en la ascensión del Pichincha.



Rosa Montúfar Larrea, esposa de Aguirre (hija de Juan Pío Montúfar), previamente organizó en Quito la fuga del general Mires, que estaba preso por los realistas en Quito, sobornando a los centinelas. Tal cosa fue útil, pues Mires trajo valiosa información de inteligencia.

A estas alturas ya la lucha por la independencia estaba muy avanzada. No era el mismo panorama precursor y solitario del 10 de agosto de 1809. Había transcurrido más de una década en la que la historia se había acelerado. Había ejércitos independentistas triunfantes que avanzaban invencibles: por el Sur, las tropas del General San Martín eran ya dueñas de la situación siquiera en dos países. Todo había cambiado. Ahora la independencia ya no era tan solo la idea de unos notables de Quito que en vista de las adversas circunstancias realizaron su hazaña invocando fidelidad a un rey mientras destituían a sus autoridades y representantes (cosa que se soslaya olímpicamente). La batalla de Boyacá (1819) había dado un empuje concreto a esta causa. La correlación de fuerzas había cambiado por completo y para la independencia total prácticamente solo faltaban dos batallas finales: las de Junín (6 VIII de 1824) y la definitiva, que fue la de Ayacucho (9 XII de 1824). 

Era la corriente de la época a la que Guayaquil fue involucrada y comprometida por el arrojo y la audacia de soldados extranjeros que pasaron de visita: los venezolanos Febres Cordero, Letamendi, Urdaneta, y algunos peruanos como el cacique Alvarez, Nájera...Fueron estos soldados extranjeros -con gran ascendiente entre la tropa- los artìfices ejecutores del 9 de Octubre. Ellos les dieron independizando a los burgueses de Guayaquil. Sin ellos no se habrìa producido -por lo menos en ese momento- la independencia de esta querida ciudad.

En el libro El Poder Político en Ecuador, Oswaldo Hurtado dice: "El 9 de 1820 es obra de soldados del ejército español que abrazan la causa de la independencia".

Cuando comenzó la batalla a la vanguardia estaba Córdova con sus tropas del Magdalena. El Albión venía detrás, con el parque. A las nueve y media de la mañana del 24 de mayo se inició el combate. Resta decir que buena parte del ejército de Aymerich estaba compuesto por indios, reclutados a la fuerza, segùn el decir de Alfonso Rumazo Gonzzàlez. En general los indios vieron esta guerra entre españoles y terratenientes como “una pelea entre blancos”. Su suerte no iba a cambiar, cualquiera que fuese el vencedor. Y así fue. Con Flores se consolidó el latifundismo. Olmedo, su compadre, fue el vicepresidente, que cantó sus "glorias" en inspiradísimos versos, sobre los que oportunamente hicieron comentarios personajes como Leopoldo Benites Vinueza y Angel F. Rojas.

El maestro guayaquileño Leopoldo Benites, en su magistral obra Ecuador: Drama y Paradoja, escribió: "Y Olmedo, el poeta de la libertad, el caudillo de la emancipación de octubre de 1820, el glorioso político de la independencia, prostituye su lira heróica, con la que habia cantado la gloria de Bolívar en Junín, al ordenar, en imprecación magnífica, al Chimborazo: "Rey de los Andes, la ardua frente inclina que pasa el vencedor". El vencedor era Flores, que acababa de exterminar a los ecuatorianos que luchaban contra el pretorianismo".

El batallón español ARAGÓN logró dar un rodeo y se ubicó a la espalda de las tropas de Sucre. Entonces llegó el ALBION, con las municiones. “Se lanzan como un alud sobre el Aragón, lo desbandan, lo liquidan, lo derrotan”. A las 12 del día Aymerich ordena la retirada. Córdova los persigue y baja tras ellos hasta El Tejar, sin entrar en la ciudad.

Sucre, en su informe, contabilizó “400 muertos enemigos y 200 nuestros. 190 heridos de los españoles y 140 nuestros”. En total 600 muertos. Esa fue una batalla continental que abrió una etapa nueva en la lucha por la independencia. La Real Audiencia de Quito se había liberado de la coyunda española para siempre.

Entonces flamearon banderas de todas partes del continente. 
Cada batallón tenía la suya. Hubo soldados de Bolívar y de San Martín. Esta es la verdadera historia de esa memorable batalla, tan desfigurada por regionalistas de Guayaquil que repiten que “en Pichincha flameó la bandera de Guayaquil porque fuimos a independizarles”. “Esa fue la ÚNICA bandera que flameó en Pichincha”. 

Algunos han comentado que la del Pichincha fue "la màs continental de todas las batallas de la independencia".

Pero lo que quieren es echar loas a la burguesía comercial guayaquileña de esa época, que era decididamente monárquica. En Pichincha flameó tambièn la bandera tricolor que Miranda trajo de Rusia, evocando sus amores con Catalina “La Grande”, que lo protegió con un salvoconducto especial en sus andanzas quijotescas por Europa. 

La bandera azul y blanco era la que San Martín traía desde Argentina, pasando por el Perú, al que se sentía tan vinculada la aristocracia de Guayaquil, según dice varias veces el maestro guayaquileño Leopoldo Benites Vinueza en su memorable libro “Ecuador: Drama y Paradoja”.

AI día siguiente, luego de la capitulación de Aymerich, Sucre entró victorioso en Quito, que fue calificada por Carlos Julio Arosemena Monroy como la “tradicional ciudad del acendrado y puro linaje histórico” en la V Convención Nacional del Partido Nacionalista Revolucionario, celebrada en Quito el 17 de mayo de 1980.

La independencia de Guayaquil fue conseguida sin batalla alguna, por soldados extranjeros disidentes del ejército español (incluso Oswaldo Hurtado lo dice en EL PODER POLITICO EN ECUADOR: “El 9 de octubre es obra de soldados del ejército español que abrazan la causa de la independencia”. A ellos y a Febres Cordero se los quiere convertir ahora en “segundones” de Olmedo y compañía). Se organizó LA DIVISIÓN PROTECTORA DE QUITO, que tuvo efímera existencia, pues fue despedazada en la primera batalla de “Huachi”, liderada por Febres Cordero, el 22 de noviembre de 1820.

Reagrupar y reorganizar a los sobrevivientes y a nuevos reclutas fue tarea de Sucre. En la segunda batalla de “Huachi” nuevamente los españoles arrasaron y hubo en el bando local 800 muertos. Fue una feroz batalla que causó más bajas que la del Pichincha. El segundo “Huachi” fue un colapso, un desbarajuste, y ahí falleció un guayaquileño realmente ilustre, del que no se habla mucho, pero que supera en mérito a todos sus paisanos de esa época: JOSÉ DE ANTEPARA. El había sido, en Londres, secretario de Miranda, el precursor.

MUERTE DE JOSE DE ANTEPARA: AUTENTICO VALOR REPUBLICANO

Luego del 9 de octubre se había conformado el escuadrón “DAULE”, cuyo jefe era Matías Firapagui; El batallón “Voluntarios de la Patria”, cuyo comandante era Ignacio del Alcázar; El Cuerpo de Infantería “DEFENSORES”, al mando del teniente coronel Dionisio de Acuste. Esta fue la famosa DIVISION PROTECTORA DE QUITO, que fue despedazada en la primera batalla de “Huachi”, liderada por Febres Cordero, el 22 de noviembre de 1820. Reagrupar y engrosar tropas de todos lados para subir hacia el Norte fue la tarea de Sucre. El tenía a su mando 700 soldados colombianos. En la segunda batalla de “Huachi” perecieron 800 soldados. Fue todo un desbarajuste. Ahí falleció heroicamente un guayaquileño, ese si digno de todos los honores: JOSE DE ANTEPARA. Este es superior en méritos a todos sus paisanos.





Como consecuencia del grito del 10 de agosto, Quito había sido convertida por el ejército español en un fortín realista. La represión que hubo en 1810 produjo tres cientos muertos y se perdió una generación de dirigentes y líderes. Además, Quito y la sierra norte tenían una tradición de lucha que arranca desde la “revolución de las alcabalas” (contra un impuesto que en Guayaquil fue aceptado sumisamente según destaca Carlos Landázuri Camacho en su ensayo “La Revolución de las Alcabalas” en el tomo 4 de la Historia del Ecuador de Salvat) de 1592. Esto hacía que los estrategas realistas tomaran toda clase de medidas para prevenir cualquier nuevo levantamiento.

SUBLEVACIONES SERRANAS INDIGENAS Y POPULARES EN LA COLONIA

Los españoles tenían, de seguro, muy claro el currículum subversivo de toda la sierra y del oriente, y de su memoria no se habría borrado el recuerdo de la “Revolución de las Alcabalas” (contra un impuesto que en Guayaquil fue aceptado sumisamente según destaca Carlos Landázuri Camacho en su ensayo “La Revolución de las Alcabalas” en el tomo 4 de la Historia del Ecuador de Salvat) de 1592; y habrán tenido presente otros movimientos subversivos como los siguientes:



El “Motín de los Estancos” de 1765

la serie de levantamientos indígenas que comenzaron con el de 1578 cuando destruyeron Avila y Archidona:

el de 1599 en que quemaron Logroño y Sevilla de oro;

luego, en 1770, la sublevación de los indios de Patate;

el levantamiento de Otavalo, Caranqui, San Pablo, Atuntaqui y Cotacachi en 1777;

el de los indios de Guano en 1778

y el de Guamote en 1779, el tumulto de Alausí de 1760,

la sublevación contra las mitas en Riobamba en 1764,

la rebelión contra lacobranza de tributos en San Miguel de Molleambato en 1766 ,

el alzamiento de los indios “conciertos” en el obraje de SanIldefonso, en Pelileo y Patate, en 1768,

la sublevación indígena de Latacunga en 1771,

la sublevación en Ambato en 1780,

la rebelión contra los diezmos en Columbe y Guamote en 1803,

como enumera en el mismo tomo citado de Salvat Segundo Moreno Yánez, en su ensayo “Rebeliones, asonadas y levantamientos indígenas”.



La sierra había estado combatiendo permanentemente la prepotencia española y terrateniente. Había una tradición libertaria. Eran reductos tenaces que preocupaban profundamente a los estrategas monárquicos. De ahí que la presencia de fuertes destacamentos había sido vista por ellos como una necesidad básica. La postura de la burguesía guayaquileña no tuvo en absoluto estas características a lo largo de la historia de nuestra dominación colonial. En Guayaquil predominaba el criterio monárquico.



En esta región la corona tenía batallones y regimientos absolutamente confiables. En esta parte de la Real Audiencia había una tradición libertaria. Nunca había habido conformismo frente al coloniaje. Todo había sido una permanente resistencia dominada a punta de sangre. Eran reductos que preocupaban profundamente a los estrategas monárquicos. De ahí que la presencia de fuertes destacamentos había sido vista por ellos como una necesidad básica. Lo dictaba la voz de la experiencia.



Estos destacamentos españoles (en los que había oficiales guayaquileños según varios investigadores) eran una amenaza para la causa del 9 de octubre. Si no se eliminaban estos bastiones realistas, la causa estaba perdida. Tranquilamente podría producirse en Guayaquil otro 2 de agosto sangriento como el de Quito. Y los estrategas independentistas –disidentes del ejército español, con Febres Cordero a la cabeza-, que ya habían liberado a Guayaquil, no podían correr ese riesgo.





Así que se prepararon concienzudamente para derrotar a las fuerzas realistas acantonadas en el territorio de lo que se llamaba Real Audiencia de Quito. Sin embargo, todo ese ejército que se formó en Guayaquil fue despedazado en la batalla de Huachi. Recordemos que, como consecuencia de esa derrota, el propio Febres Cordero fue arrestado en Guayaquil. El episodio de su defensa pública y de su posterior resentimiento son cosa conocida. Huachi fue un lugar fatídico para la causa de la independencia, pues en ese mismo sitio después fue derrotado el ejército colombiano de Sucre. Ahí se perdió ese valiosísimo personaje que era Antepara, que en Londres había actuado nada menos que como secretario de Miranda, el hombre que le abrió las puertas de ese país a Bolívar, quien, después, lo entregaría a los españoles en Venezuela.



Era un asunto de sobrevivencia, para la independencia de Guayaquil, eliminar ese peligro que constituía ese bastión españolista acantonado en Quito. Cuando llegó Sucre, avalizó totalmente este punto de vista. y empezaron los preparativos para continuar la lucha que culminó el 24 de mayo.

Es decir, no fue que los oligarcas guayaquileños se “pusieron patriotas y generosos” y quisieron por amor a la causa liberar a Quito...ya antes, cuando lo del 10 de agosto, ellos proclamaron su fidelidad al rey por lo que Fernando VII, luego de que abolió las Cortes y proclamó la monarquía absoluta, les recompensó por su lealtad con mercedes arancelarias, según cuenta el historiador guayaquileño Julio Estrada Ycaza. Ellos no tuvieron nada que ver con esta decisión estratégica de carácter militar. En su “Ecuador Profundo” (tomo uno: pág. 480) Pérez Pimentel dice que cuando, luego del 9 de octubre, se conformó el nuevo cabildo guayaquileño, “todas las autoridades eran realistas”.



En su “BREVE HISTORIA DEL ECUADOR”, Jorge Salvador Lara dice que Sucre tenía en total 2971 soldados. 150 eran de la zona del litoral o “de Guayaquil”, según Andrade Reinberg.: el 4%. Según “El Universo” fueron 14 los guayaquileños que estuvieron en Pichincha. Pero en el libro HISTORIA DE GUAYAQUIL, con mucha frescura, se suelta esta frase: “Ese 24 de mayo de 1822 se cumplió el principal objetivo que Guayaquil se había impuesto desde que proclamó su independencia: dar la libertad a Quito”. Diciendo incompletas las cosas, el libro señala que Sucre “decidió dar un gran rodeo por Machala”, pero omite decir que la cita con los batallones que llegaban del Sur fue en Loja. Y entre las tropas que arriban solo cita a la división del Coronel Santa Cruz.



Huerta Rendón, historiador guayaquileño, confirma: “A fines de enero de 1822, organizados ya los ejércitos de Guayaquil y de Colombia, emprendían nuevamente la campaña libertadora bajo las órdenes de Sucre. Las fuerzas republicanas se reunieron en Machala y en Pasaje en los últimos días de enero, y en la primera semana de febrero trasmontaban los Andes. El 9 de ese mes, en Saraguro, provincia de Loja, el general Santa Cruz unía al ejército de Sucre la división que enviaba San Martín. El 21 de febrero entraba Sucre en Cuenca, abandonada por el jefe realista Tolrá. El 21 de abril se libraba el combate de Riobamba, en la cual fueron rechazados con grandes pérdidas los realistas y ocupada la ciudad. Díez días después entraba en Latacunga, prosiguiendo hacia el Norte donde se encontraba su meta, Quito…el 22 de Mayo acampaba todo el ejército de Sucre  en el pueblo de Chillogallo y el 23 por la noche emprendía la ascensión del Pichincha, desafiando las tinieblas y los abismos…a las 9 de la mañana del 24 de Mayo, los batallones republicanos se encontraban desplegados en las faldas del histórico volcán…Aymérich..ordenó a sus tropas tocar ataque y los batallones realistas comenzaron a subir a las faldas del volcán, donde fueron envueltos, arrollados y rechazados por los patriotas. Por segunda vez avanzaron los realistas atacando con mayores bríos, y por segunda vez se vieron obligados a ceder al impetuoso valor de Córdova, Santa Cruz y de los batallones…”.



Para esto, el último Presidente de la Real Audiencia, Don Juan de la Cruz Mourgeón, había muerto un mes antes, en abril de 1822.


Guayaquil, la ciudad puerto, en su trayectoria tiene glorias como la de haber impulsado la causa liberal en 1895, empresa que logró la relativa conquista del Estado laico, y la de que en su seno se produjo la eclosión literaria formidable de los años 30 del siglo XX, con la aparición del grupo al que mi inolvidable maestro y amigo, el ilustre escritor Enrique Gil Gilbert definió: "Éramos cinco, como un puño". Un guayaquileño digno de todos los honores (el general Elizalde) fue quien, el 6 de marzo de 1845, inició la batalla final para liberar al país del militarismo extranjero encarnado en la siniestra figura de Juan José Flores. Y guayaquileño fue Gabriel García Moreno, ese déspota ilustrado, adúltero, torturador y teocrático, que en medio de todas sus fallas (su pacto con Castilla, en cuyo barco viajó a Guayaquil, sus cartas solicitando convertir al país en un protectorado francés) no dejó de mostrar dotes innegables de estadista burgués: fundó el Observatorio Astronómico, la Escuela Politécnica, e inició la construcción del ferrocarril Guayaquil-Quito, obra que no se pudo continuar por falta de presupuesto.

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con lo manifestado por el prolífico y destacado escritor Carlos Lasso Cueva, solamente una consideración en la parte que señala: "...Resta decir que buena parte del ejército de Aymerich estaba compuesto por indios, reclutados a la fuerza. En general los indios vieron esta guerra entre españoles y terratenientes como “una pelea entre blancos”..." Hay dos afirmaciones que no corresponden con exactitud plena a lo magníficamente relatado: 1. No hubo indios en las tropas de Aymerich, se trataba de un viejo ejército profesional, cuyosoficiales y Jefes, provenían desde las primeras guerras contra Quito y tuvieron un periplo gigantesco de decenas de batallas en La Presidencia de Quito (1809-1816) y en el virreynato de Nueva Granada, a tal punto que combatieron contra Bolívar en Boyacá el 7 de agosto de 1819 (habiéndolo hecho durante todo el período de 1816 a 1819); e incluso, muchos de ellos, en la Batalla de Bomboná el mes anterior, esto es, abril de 1822. En cuanto a la tropa, era la misma veterana que invadó las provincias de Quito desde 1809, naturalmente con las bajas producidas en esos enormes 13 años y más de 50 batallas, pero quedaban muhcos soldados y tropa de 1809. Esa tripa estaba constituida por clases de Guayaquil, Cuenca y Lima, como se demuestra en los libros: "Los Ejércitos del Rey en Quito y Nueva Granada", Quito, 2014; y, "Las Guerras Libertarias de Quito, los Próceres olvidados de la Independencia", año 2009. En otras palabras: el Ejército de Aymerich estaba constituído en un 95% de guayaquileños, cuencanos y peruanos. El 4% eran colombianos y el 1% oficiales españoles. No había indígenas. 2. En segundo lugar, muchos indígenas y pueblos enteros combatieron efectivamente en los dos bandos. En lo que son las provincias del norte de la Audiencia de Quito: Tungurahua, Cotopaxi, Pichincha, Imbabura, Carchi, Túquerres y Obando, (Sur de la Provincia de los Pastos) fueron ndecididos por la causa Patriota, sin que nadie les reclutase. En las provincias del sur; Cañar, Azuay, Loja y en el norte de Túquerres, vale decir, en el territorio norte de la Provincia de los Pastos, fueron realistas. Fue marcada la división de comunidades adictas a la Libertad y las otras, refractarias a la misma, sean blancos, mestizos o indios. Por su parte los indios y negros de Esmeraldas y los indios de Manabí, desde un primero momento, se inclinaron por la causa de la Libertad, esto es desde 1809. Un atento saludo al muy expedito autor del artículo.

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  2. Dispensas por los errores de tipeo, mecanográficos.

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