viernes, 21 de febrero de 2020

LA REVOLUCIÒN DE MAYO DE 1944. Leonardo Ogaz Arce.


LA PERSISTENCIA DE LA GLORIOSA

Por Leonardo Ogaz Arce


26 de mayo 2015
En la novela de Rafik Shami “El lado oscuro del amor” se relata una historia donde una señora valiente sostiene que el miedo de los animales antes de ser llevado al matadero se impregna en su carne y se trasmite a la personas que lo comen. Ella que criaba pollos y gallinas, cuando había que sacrificar a un gallo o gallina viejo lo hacía ocultando el cuchillo y sin que el ave se diera cuenta. Pero a la objeción de que en cambio las demás gallinas si veían el sacrificio y de alguna manera se alteraban, ella respondió que efectivamente se daban cuenta, pero que estas tenían una memoria corta, pronto lo olvidaban.
Entre los seres humanos se dan con cierta frecuencia fenómenos de memoria corta. El olvido, ese sutil manto que a veces parece arrasar con todo, encuentra en la historia una de sus resistencias. El hecho de que la insurrección del 28 de mayo de 1944 no haya sido absorbida por el olvido se debe a que estudiosos e investigadores, desde diferentes perspectivas, han encontrado en él ciertos elementos de significación que lo hacen perdurar en la historia. Para mí esta significación deviene de la participación masiva del movimiento social; es una grieta efímera que se le abrió a la dominación que deja su impronta y lecciones hasta hoy.
El propósito de este apéndice es comentar y comparar tres textos que desde diferentes ópticas abordan los sucesos del 28 de mayo. Los textos son: “La gloriosa”: de la revolución del 28 de mayo de 1944 a la contrarrevolución velasquista” de Silvia Vega, 1987; “La Seducción Velasquista” de Carlos De la Torre Espinoza, 1993; y finalmente e”l Veintiocho de mayo d 1944 una democracia fallida”, de Patricio Moncayo, 2008. Comenzaremos por hacer una descripción breve de cada texto para luego hacer reflexiones comparativas y, finalmente, un mirada de conjunto.
“LA GLORIOSA”. De la revolución del 28 Mayo de 1944 a la contrarrevolución velasquista”
El texto de Silvia Vega Ugalde se ubica en un sitio de enunciación social que se encuentra en el campo de los dominados y desde una perspectiva emancipadora. A partir de allí se realiza una mirada crítica utilizando un marxismo abierto que rompe con las miradas de ese marxismo que fue marcado por la ortodoxia stalinista.
El libro comienza con el análisis del contexto, es una mirada sobre la formación social ecuatoriana desde la situación de las clases sociales y el enfrentamiento entre estas. Es una visión que ese ubica en el campo conflictivo de la lucha de clases, y esto le da profundidad  interpretativa y sentido; posteriormente analiza el gobierno de Arroyo del Río, para luego abordar el proceso de la revolución y la contrarrevolución, terminando con un análisis y crítica de las interpretaciones histórico políticas.
El texto de Vega pone su lente aumentativo en la actuación de la izquierda en tanto considera a esta portadora de los elementos emancipadores, y señala sus debilidades y errores. “… la principal debilidad que exhibían el PSE y el PC para 1944, era la de haber abandonado una estrategia de poder. Eran partidos que buscaban compartir con la burguesía su poder en el mejor de los casos, o ni siquiera ello, sino arrancarle determinadas reivindicaciones que no alteren en absoluto el carácter del Estado.” (Vega, 1987, Pag.173)
Lo anterior revela que Silvia Vega se centra en las contradicciones políticas, campo donde se deciden los acontecimientos lo cual me parece correcto. Quizá la única debilidad de algún alcance es no profundizar en la figura de Velasco; esto puede entenderse como la necesidad de poner énfasis en las clases y los movimientos sociales antes que en los líderes, pero puede llevar a disminuir la importancia que estos líderes tuvieron objetivamente en la historia, ya que todavía no se inaugura la época de otro tipos de liderazgos democráticos. Hasta ahora la historia nos muestra que ciertos liderazgos terminan controlando todo el poder y absorbiendo al movimiento social que los encumbró en la cima; cuestión que nos remite a ese ya viejo problema del papel de las personalidades en la historia.  Hay que anotar además que el fenómeno de los caudillos autoritarios es recurrente en la historia del Ecuador.
Me parece que habría que matizar la idea de que se podría transformar la Gloriosa en una  revolución socialista. Me parece que la dirección correcta era la de profundizar el proceso democrático, fortalecer la organización popular y los gérmenes de poder dual, e incorporar a los indígenas y campesinos a través de un proceso de reforma agraria al torrente de cambio social. Estos procesos de transcrecimiento democrático hubieran permitido, en una dinámica ininterrumpida, plantearse tareas más elevadas a condición de que la dirección política hubiera orientado el proceso en ese sentido. El proceso no fue posible por dos razones: desde lo internacional solo interesaba la política de Frente Populares, es decir alianzas con las burguesías progresistas locales con el movimiento de los trabajadores para detener el fascismo, y por otro lado la falta de comprensión de las direcciones políticas de la izquierda ecuatoriana del momento en que se encontraba el proceso en Ecuador. Las razones de esta incomprensión las explica bien Silvia Vega en su texto.
En todo caso el libro de Vega es uno de los textos más completos que existen sobre el tema, denota un serio trabajo de investigación y se hace imprescindible a la hora de reflexionar sobre el tema.
LA SEDUCCIÓN VELASQUISTA
El texto de Carlos de la Torre es un texto de preocupación casi exclusivamente académica,  no se preocupa  mayormente de las problemáticas políticas, se dedica a mostrar y explicar de buena forma por qué ocurrieron los hechos tal cual ocurrieron.
El libro parte con una descripción sobre la gloriosa para luego pasar a indicar algunas de las características socioeconómicas del Ecuador de la época, enseguida aborda a través de la consigna ¡Viva Velasco Ibarra! Lo que él denomina la seducción velasquista, existe en esta parte un esfuerzo por explicar cuáles son las motivaciones y causas de esa seducción.
En la segunda parte hace un esbozo biográfico de Velasco Ibarra para pasar luego a analizar, cómo momento antecedente, la campaña electoral de 1939- 1940  que considera como uno de los elementos explicativos de la generación de la figura de Velasco como víctima de un fraude que lo posiciona frente a los electores. Entonces aparece Velasco como sacrificado por los oscuros intereses de quienes ostentan el poder. El texto continúa con un análisis del discurso y del pensamiento de Velasco Ibarra, que él denomina oración, para dar algunos elementos de por qué este discurso tuvo tanta acogida en ese momento: entre otras cosas, por la utilización de una técnica maniqueísta que contrapone lo malo lo bueno, las virtudes y los defectos. Finaliza el texto describiendo las peripecias y contradicciones del gobierno de Velasco que termina declarándose dictador cuestión que dentro del pensamiento de Velasco que él analiza estaba dentro su lógica de poder.
El texto de Carlos de la Torre tiene como preocupación principal la figura de Velasco Ibarra y todo los demás se convierte en alguna medida en secundario, el pueblo en armas, la organización de los trabajadores y la participación de los partidos de izquierda en la organización de la insurrección se constituye en el predicado de la actuación del líder. El autor parece seducido por el personaje.
En cuanto a los hechos este se ajusta a describirlos tal cual, lo cual nos denota la influencia de cierto positivismo empirista que le resta capacidad interpretativa. Es esa mirada de la historia como un devenir, como sucesión de hechos que quedan atrapados en los propios hechos lo que  impide ver su sentido más profundo. No vemos tampoco una preocupación por caracterizar o determinar el tipo de estado que se va constituyendo.
En las conclusiones del texto De la Torre hace explicita una crítica algo liviana a la visión marxista, señalando lo siguiente: “…el punto de partida de la interpretación marxista es que el fracaso obedeció a la ausencia de una línea política clara y correcta  de los directivos de las “vanguardias de izquierda”. Este voluntarismo que subyace al argumento  de que la línea adecuada del partido es la clave del éxito que por supuesto, deja de lado consideraciones estructurales, dice mucho sobre su visión de democracia”. (De la Torre, 1993, pág. 234)
En  realidad esta crítica tiende a simplificar y reducir al extremo el problema: en rigor no existe una visión marxista única. Ha existido entre los marxistas también un intenso debate, hay quienes piensan que determinaciones estructurales en nivel de desarrollo de la fuerzas productivas. Es decir, las condiciones de atraso y dependencia hacían imposible plantearse una revolución socialista, otros que efectivamente caen en un cierto voluntarismo que olvida la condiciones estructurales, pero hay quienes apuntan a criticar a las direcciones de izquierda porque en realidad no tenían una estrategia de poder, de independencia de las fracciones burguesas para que en un proceso de ampliación de la democracia social en una perspectiva transicional pueda ir generando condiciones objetivas y subjetivas para cambios más profundos, por ejemplo haber renunciado en la coyuntura del 44 a plantear un proceso de reforma agraria junto a la profundización desde el movimiento popular de un poder alternativo.
En la visión marxista el asunto se plantea en el caso de situaciones revolucionarias como una combinación de condiciones objetivas y subjetivas, donde estas últimas son las determinantes en la resolución de las coyunturas. Y se entiende por estas condiciones subjetivas: la capacidad de comprensión y conocimiento de la realidad y del momento que se vive, el nivel de conciencia de amplios sectores del movimiento de masas, la capacidad de organización del movimiento social y finalmente la capacidad de conducción y orientación de las organizaciones políticas. Las críticas que hace Silvia Vega a la izquierda por ejemplo apuntan a esto, pero esta crítica adquiere sentido como proceso de acumulación de experiencias, como lecciones de la historia, para tenerlas en cuenta en el accionar futuro al interior de un proyecto emancipador, cuestión que está fuera del alcance de la visión positivista académica de Carlos  de la Torre.
En cualquier caso el ensayo la “Seducción Velasquista” tiene el valor de recuperar el tema de la “Gloriosa” como una coyuntura que merece reflexionarse aunque sea en la perspectiva de un momento importante en la carrera del caudillo,  a diferencia de otras visiones que tienden a considerarla cuartelazo más o sencillamente a ignorarla.
VEINTIOCHO DE MAYO 1944:  una democracia fallida
El libro de Patricio Moncayo parte con una breve reseña de los acontecimientos históricos que le sirve de base para organizar una reflexión que se ubica en el campo de la teoría política, su preocupación central es la democracia y los procesos democráticos en desmedro de los factores socioeconómicos. En la Introducción se hace una somera descripción de los hechos históricos que sirve simplemente como dato de partida. En el primer capítulo organiza una reflexión sobre la relación de la izquierda con Velasco,  del movimiento obrero con Velasco y otros aspectos como el de las sanciones y el discurso populista. En el segundo capítulo se analizan la matriz teórica de los actores involucrados para terminar con un análisis del contenido de la Constitución de 1945.  Su punto de enunciación es de tipo académico-político, su visión idealista social democrática.
Patricio Moncayo destaca la persistencia de la constitución del 45 como emblema, precedente democrático, antecedente en la discusión de otras constituciones posteriores y se pregunta: “¿Cómo explicar  que algunas de sus innovaciones fueran mantenidas en la Constitución de 1946, y en las constituciones de 1967 y 1978?”. (Moncayo, 2008, pág. 104). Habría que precisar que en el caso de 1978 un proyecto de la Constitución del 45 reformada fue sometida a referéndum en el retorno democrático. En mi opinión esta persistencia de la Constitución del 45 obedece a que esa Asamblea Constituyente reflejó el proceso democrático de la participación masiva de trabajadores, intelectuales, estudiantes y otros sectores populares en la insurrección del 28 de Mayo, y no solamente los aportes jurídicos de los expertos en derecho constitucional o tal o cual ideología de los miembros de la asamblea, ya que esta también es el reflejo del movimiento social.
La problemática de interés de Moncayo, como ya lo hemos señalado, es la democracia entendida como una especie de valor absoluto, al margen del tiempo y de la historia, casi un arquetipo platónico y citando a Garretón la declara “un valor en sí”. Su análisis crítico tanto a la izquierda como a Velasco es no haber entendido este valor trascendental. Una concepción parecida de democracia deja entrever en Libro “La Seducción Velasquista.” En cambio en el caso de Silvia Vega subyace un concepto de democracia socialista que apunta a la inclusión, a un gobierno de poder popular basado en la democracia generalizada.
El error de la izquierda según Patricio Moncayo consiste en su no compresión teórica de una teoría de la democracia “propiamente latinoamericana”. Lo plantea en estos términos: “la izquierda -y no solo ella- adoleció también de este déficit teórico y ello agravó su visión “estructuralista” y “mecanicista” de la política y la democracia. La Democracia, pues, fue subestimada y su restauración fue valorada como de menor cuantía frente a la revolución”.  (Moncayo 2008, pág.29).
La realidad en cambio nos muestra que las democracias se construyen en intensos procesos de lucha entre clases y grupos sociales y reflejan siempre una determinada correlación de fuerzas, no ideales abstractos. La Constitución del 45 reflejó la correlación de fuerzas que tenía como telón de fondo la insurrección de Mayo.
En el libro de Moncayo se hace evidente una tensión entre una primera parte donde se muestra a un Velasco Ibarra sensato,  preocupado por el desarrollo, y se hace una especie de reivindicación tardía al estadista,  y una segunda donde se muestra a un Velasco no democrático y autoritario que termina por dar un golpe de Estado. La izquierda aparece muy desdibujada, castigadora, cuasi infantil y sin nunca entender el valor de la democracia.
Sin embargo el propio texto de Moncayo muestra que al margen de sus errores político-estratégicos, la izquierda luchó por una democracia inclusiva, de control del poder; Velasco Ibarra en cambio por una “democracia” selectiva, autoritaria, elitista. En realidad José María Velasco Ibarra está muy lejos de representar el ideal de un hombre democrático ya que siempre recurría al golpe de estado en caso de estimarlo necesario. Esto quiere decir que la izquierda que representaba a los trabajadores y sectores populares organizados, factor cualitativo en el 28 de mayo, luchaba por una democracia social incluyente, garantizadora de derechos políticos y sociales, y Velasco Ibarra y los conservadores por una democracia restrictiva como marco institucional de la dominación oligárquica.
Otro aspecto del texto de Moncayo que llama la atención es donde aparece rescatando y valorando la idea de SÍNTESIS entre izquierda y derecha, entre conservadores y comunistas que pretendió encarnar Velasco Ibarra, SÍNTESIS se le aparece a Patricio Moncayo como un ideal de conciliación de clases, de madurez democrática, de sensatez dadas las circunstancias, incluir a todos en un gobierno o un proyecto. Eso significa que los trabajadores acepten su dominación y explotación, los campesinos e indígenas lo mismo, o que los empresarios y patronos distribuyan equitativamente sus riquezas cuestión que, para no decir que es imposible, es muy difícil de lograr. Los trabajadores, indígenas y campesinos se ven obligados a aceptar su dominación y explotación por la coacción ideológica, jurídica y represiva que generalmente se les impone o por la falta de conciencia de esta situación. Esa es la diferencia con el texto de Silvia Vega para ella la izquierda, los trabajadores, a pesar de todos los errores cometidos, son los portadores de un proyecto de emancipación, de construcción de una sociedad nueva.
La visión Idealista y social democrática de Patricio Moncayo tiene la virtud de fijar y focalizar la problemática de la democracia en el proceso político social del 28 de mayo. Lo que permite una discusión, un debate.
LA CUESTIÓN DE LA DEMOCRACIA
Es más o menos evidente que lo que estaba en juego en la disputa de Velasco con la izquierda eran dos concepciones de democracia diferentes, estas concepciones son distintas porque provienen de sectores sociales distintos. En general existen dos formas alternativas de democracia. La una es la democracia formal representativa burguesa que tiene su base en la ideología liberal y que deviene de las revoluciones democrático burguesas del siglo XVIII. Ahora dentro de este campo existen una gran variedad de matices que están determinadas por la cultura política de las naciones, las relaciones de fuerzas, factores históricos, económicos y otros factores. Pero siempre este sistema político es una estructura institucional de dominación burguesa y  además invariablemente significa el establecimiento de formas populistas, sea cual sea el régimen político, ya que la única manera de relación de las clases dominantes con las clases dominadas es la relación clientelar, asistencialista, paternalista.
La otra concepción de democracia es la de los trabajadores,  que en cambio aspira al auto gobierno, a la autoreprensentación, se basa en la auto organización, en la autogestión, supone un régimen de planificación democrática en vez de mercado, es decir se trata de una democracia basada en formas de poder popular, una democracia directa donde la sociedad toma las decisiones y no unos representantes que una vez elegidos se autonomizan y se olvidan de sus representados. No está tampoco sustentada en líderes mesiánicos sino el líderes democráticos y revocables. A esto se le denomina democracia socialista y consiste en un proceso de toma de conciencia, de prácticas y de luchas sostenido.
Una vez resuelto el problema del poder, la democracia socialista implicaría desarrollo de las fuerzas productivas en armonía con la naturaleza, más formas de poder popular. Ese era el contenido de las formas soviéticas que la degeneración burocrática stalinista convirtieron en un poder opresivo y antidemocrático. Un fenómeno parecido ocurrió  con las comunas anarquistas en la revolución española, que terminaron siendo aplastadas por la reacción franquista.
Este proceso que apuntaba a la democracia socialista comienza de la manera que se manifestó en el proceso del 28 de mayo con movilización popular, con procesos de auto organización, insurrección y en la intención de plasmar estas conquistas en el nivel jurídico. Eso es lo que explica la persistencia de la constitución del 45. A pesar de que prácticamente nunca tuvo vigencia, quedó como bandera democrática por mucho tiempo como resultado de una insurrección popular.
Me parece que no es correcto, por tanto, anteponer violencia a democracia como hace Patricio Moncayo porque, como lo demostró el 28 de mayo, hay situaciones en que la democracia se obtiene mediante la vía insurreccional, ya que la dominación, el fraude, la represión y el autoritarismo no dejan otro camino.
Consideraciones generales.
En el texto de Carlos de la Torre la insurrección cuenta como un hecho, un dato que queda finalmente aislado y que no encuentra más sentido que como peldaño para el ascenso en la carrera del líder. En Moncayo solo es un simple dato, ambos priorizan al líder desplazando al sujeto social, para De la Torre cuenta la seducción para Moncayo la Democracia para Vega en cambio interesa la actuación del pueblo organizado.
La insurrección, el pueblo armado, representó ni más ni menos que la caída de un gobierno, la disolución de un parlamento obsecuente, desaparición de la policía, la división del ejército y su consecuente neutralización. Recordemos que la participación de los militares insurrectos se hizo en contra del alto mando ¿Cómo pueden ser soslayados unos hechos de semejante magnitud?
Tanto para Moncayo como para De la Torre la democracia parece tener un sentido unívoco, cuando en realidad es un campo en disputa de sentidos que tiene por detrás proyectos sociales diferentes, por tanto es un error pensar que esa disputa supone una lucha entre democracia y totalitarismo o la no democracia, en realidad lo que se contraponen son dos sentidos diferentes de democracia.
La Asamblea Constituyente de 1945 fue el escenario jurídico político en que se enfrentaron las fuerzas: de una parte del pueblo organizado y por otra el líder con una masa populista que lo respaldaba, este líder tenía la misión de restituir el orden de las clases dominantes, es curioso observar que tanto en Moncayo como en De la Torre  a través de sus discursos invisibilizan  el problema de la dominación, se la comprende como si fuera el orden natural de las cosas y por tanto desaparece como problema.
La “Glorious Revolution” de 1688 en Inglaterra derrocó al rey Jacobo II, terminó con la monarquía absoluta e inauguró el régimen de democracia parlamentaria, dejando en la Declaración de Derechos una especie de acta constitucional que se constituyó en un documento clave para el sistema político inglés.
La Gloriosa en Ecuador lo es no tanto por sus resultados que significaron solo una especie de revolución política limitada, sino por la gesta insurreccional de un pueblo que terminó con un gobierno entreguista y opresivo, dejando en la Constitución de 1945 un emblema democrático.
En cualquier caso los dos autores y la autora  entrevén en este hecho del pasado un evento de importancia, tanto como momento decisivo en la carrera de un líder en el caso de Carlos de la Torre; una gran lección para la construcción de democracia en la visión de Moncayo; o como una oportunidad en el proceso emancipador de los trabajadores en la lectura de Silvia Vega, con lo cual consiguen rescatar este suceso histórico de la memoria corta que lo lleva al olvido y lo incorporan en la memoria larga de los pueblos.

miércoles, 19 de febrero de 2020

LA GUERRA DE LOS CUATRO REALES. ABRIL DE 1978.

Esta es la historia de mi pueblo, de mi ciudad, bien hacen en temer a Quito, saben a lo que se enfrentan, es mejor no provocarnos, cuantos se han caído, que orgullo ser su hija.
Archivo Metropolitano de Historia - Quito.
 


1978: LA “GUERRA DE LOS CUATRO REALES”

Uno de los momentos más altos de la lucha popular en las últimas décadas, se produjo en abril de 1978, durante la denominada “Guerra de los cuatro reales” o “Jornadas de abril”. 

El Triunvirato Militar de entonces (1976-1979), había decretado el alza de cuarenta centavos en el transporte público; esto encendió los ánimos de estudiantes, obreros y pobladores, quienes se lanzaron a las calles a rechazar la medida. La movilización de los barrios de Quito, jugó un papel importante en las jornadas de lucha de abril del 78; de ahí que estas han sido recordadas como una de las más largas, masivas y combativas de las últimas décadas.

Los primeros días de abril la capital ecuatoriana vivió una auténtica ‘guerra campal’, protagonizada por los choques entre estudiantes universitarios y secundarios contra las fuerzas policiales y posteriormente militares. Los diarios mostraban las secuelas de estos enfrentamientos, un titular del diario El Comercio en esos días decía, “Alterada la vida normal de la ciudad” e informaba al país que, “la capital mostró ayer una faz alterada y las actividades ordinarias se cumplieron a medias o se interrumpieron al continuar los incidentes iniciados en protesta por la elevación de los pasajes en 40 centavos”. 

La tranquilidad de la capital y las actividades cotidianas de sus habitantes se veían afectadas por las protestas estudiantiles, y estas cada vez adquirían niveles de violencia por la fuerte represión policial, incluso por la reacción de ciertos choferes que sacaron a relucir armas de fuego para defender a sus unidades de transporte, apedreadas, destruidas y en algunos casos incendiadas por los manifestantes. Estas escenas eran como el premio a esa rebeldía estudiantil, que veía como las autoridades gubernamentales eran indiferentes a su pedido.

La Federación de Estudiantes Secundarios de Pichincha declara un "paro activo" en toda la ciudad, lo cual suponía paralizar las labores estudiantiles, pero la acción directa en contra de la elevación seguiría en las calles y barrios. La mayoría de los colegios fiscales de hombres y mujeres se unieron a las protestas, incluso colegios particulares.

 Decía un testimonio, “Yo soy del San Gabriel y aunque es un colegio religioso, casi todos están en desacuerdo con el alza. Con algunos compañeros nos sentamos a discutir para ver la manera de ayudar a los compañeros de los colegios fiscales que están peleando en las calles. Por lo mismo no le puedo decir mi nombre para evitarme problemas en el colegio”. Los testimonios aumentaron, así como la represión, se invadieron los predios universitarios para detener a los estudiantes, los establecimientos secundarios fueron vigilados por la policía, e incluso el Ministerio de Educación llegó a clausurar los colegios Mejía y Montùfar. El caos y la incertidumbre, atrapaban a la cotidianidad de la urbe capitalina.

El historiador Patricio Ycaza (1952-1997), recogía de esta manera el acontecimiento, “las jornadas de abril contribuyeron a la aparición de formas de auto organización popular, los Comités de Defensa Popular constituidos por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), en las barriadas periféricas de la capital”. El MIR tenía militantes universitarios y secundarios, son ellos los que ven la necesidad de trasladar la lucha a los barrios de Quito. Obreros, amas de casa, campesinos migrantes, empleados con bajos salarios, desempleados, estudiantes, toda la población pasaba a la acción directa. El pueblo de Quito se tomaba las calles. “Soy simplemente una moradora del barrio, más no podía permanecer indiferente, después de todo esta medida nos afecta especialmente a nosotros, no podíamos dejarles solos a los estudiantes (…) Soy empleado público de ninguna organización política, vivo pobre pero honrado, que suban los pasajes es injustificable, esto tenía que reventar, y si no participábamos había que apoyar”.

Los Comités de Defensa Popular jugaron un papel decisivo. La lucha se extendió con la consolidación de estos comités, respuesta concreta no solo frente al alza de pasajes, sino a las condiciones de pobreza de la población. Así lo describía el testimonio de un poblador de Quito, “la lucha por el alza de pasajes, se enmarca en la lucha más amplia de defensa de la vida contra el proyecto explotador de la burguesía.

 Por otro lado los comités, luchan contra toda política estatal y contra la ofensiva ideológica de las clases dominantes. Se lucha contra los especuladores de los barrios, se lucha por el derecho a la protesta, a la unidad de la población”. Sin duda que los estudiantes y pobladores de los barrios de Quito, dieron un ejemplo de unidad y organización a otras fuerzas políticas (centrales sindicales, partidos de izquierda), que no aparecían y que sin duda no alcanzaban a entender la irrupción espontánea de las masas. Fueron alrededor de 17 Comités de Defensa Popular que se conformaron en distintos barrios populares de Quito, y que junto a los estudiantes fueron los protagonistas de las movilizaciones durante casi todo el mes de abril de 1978. (HG)

Fuentes: Diario El Comercio, Abril de 1978. Libro, La Guerra de los cuatro reales: recopilación de testimonios del pueblo de Quito, de varios autores. Libro, Historia del movimiento obrero ecuatoriano”, Tomo II, Patricio Icaza.

sábado, 8 de febrero de 2020


Breve balance crítico de las jornadas de noviembre de 1922 en Ecuador

NotadelBlog: Difundimos este texto que analiza los hechos ocurrido en la región ecuatoriana, enmarcado en la ola de luchas de 1917 a 1922. Los balances históricos siempre serán bien recibidos para seguir aportando a «las armas de la critica» necesarias para dar una «critica por las armas» que sea revolucionaria y radical. Para que la memoria histórica sepulte a quienes condenen la violencia de los proletarixs. Salud a los compañeros.
Breve balance crítico de las jornadas de noviembre de 1922 en Ecuador[1]

  1. El presente balance sólo es el “esqueleto” de un futuro balance más amplio y profundo de nuestra parte. De ahí su brevedad. Queda pendiente, entonces, dicha profundización de los hechos e ideas-fuerza que aquí se plantean, lo cual tomará su tiempo porque da hasta para un libro. Sin embargo, es crítico porque -como bien dijo Lukács- “el proletariado no puede ahorrarse ninguna autocrítica, pues sólo la verdad puede aportarle la victoria”, dado que así extrae y fija las lecciones de sus derrotas contra el Capital, en pos de la revolución social mundial. En este sentido, todo balance proletario y revolucionario, por más breve e inacabado que sea, es (auto)crítico o no es.
  1. Hacer esto resulta necesario por varias razones. Porque, dado su contexto internacional y su relevancia histórica, consideramos que las jornadas de noviembre de 1922 en Ecuador deben ser recuperadas del olvido e incluso la ignorancia para ser reivindicadas como un momento de la memoria del proletariado local e internacional. Porque en este país, hasta la fecha, no se ha realizado ningún balance de dichas jornadas desde una perspectiva proletaria, comunista-anárquica e internacionalista; éste sería el primero y el único de tal naturaleza. Porque, hoy en día, la explotación/dominación capitalista y la lucha proletaria en su contra continúan existiendo; la vivimos en carne propia. Porque, como proletarios, nuestro enemigo mortal sigue siendo el mismo: la Sociedad del Capital y su Estado. Porque la lucha por la reivindicación y la imposición de las necesidades humanas reales sobre tal enemigo, esto es la necesidad de revolución social, también sigue siendo la misma. En fin, porque la contrarrevolución y la revolución son invariantes, aquí y en todo el mundo… y seguimos en guerra de clases.
  1. El contexto internacional de esta lucha histórica fue de: crisis capitalista, guerra imperialista y revolución proletaria. Dos grandes acontecimientos marcaron la época: la primera guerra mundial (1914-1919) y la revolución rusa (1917). En el Ecuador, todo aquello se tradujo de manera particular en: crisis del cacao (principal producto nacional de exportación en ese entonces), encarecimiento del costo de la vida y auge del movimiento obrero (con mayor fuerza en Guayaquil, el “puerto principal”). De modo que, al igual que las jornadas de marzo de 1921 en Alemania analizadas por Gorter, las jornadas de noviembre de 1922 en Ecuador en realidad formaron parte del “primer asalto del proletariado contra la sociedad de clases” de 1917 a 1923 (como dicen los compañeros de Anarquía & Comunismo) y, por lo tanto, sólo se las puede comprender dentro de tal contexto histórico-mundial.
  1. Hablamos de las jornadas de noviembre de 1922 y no sólo de la masacre obrera del 15 de noviembre de 1922, porque ésta última en realidad sólo fue un momento y un punto de quiebre de un ciclo de luchas más grande a nivel local, que se venía acumulando desde los anteriores años, meses, semanas y, particularmente, días antes y días después del mismo 15: de hecho, la huelga o “paro general” fue del 13 al 16 de noviembre, precedida a su vez por varias huelgas sectoriales (ferrocarriles, transporte urbano, cacao, astilleros, oficios varios…) desde inicios de ese mes.[2]Por aquello que decía Marx de que en la historia existen veinte días en los cuales se condensa y pasa todo lo que no ha pasado en veinte años. Días excepcionales, estremecedores y decisivos.
  1. Tanto por contexto como por perspectiva, así como porque se ha hablado poco y/o de manera limitada de ellos, para nosotros los hechos más relevantes y reivindicables de estas jornadas y, por lo tanto, los dos ejes centrales de nuestro balance son: el Soviet de Guayaquil y las minorías activas de anarquistas revolucionarios -como Alejo Capelo- en su seno.
  1. El Soviet o Consejo Obrero de Guayaquil (Comité de Huelga instaurado el 13 de noviembre de 1922 y dirigido por la GAT, dirigida a su vez por la FTRE –predominantemente anarcosindicalista-[3]) constituye en sí una importante conquista histórica de nuestra clase en estas tierras, en tanto que forma organizativa concreta de su lucha autónoma y su poder social alcanzado durante años. De hecho, nunca antes y nunca después existió algo así en este país. Hasta un viejo historiador burgués y liberal como Óscar Efrén Reyes habla sobre la existencia de “el Soviet en Guayaquil, ejercido por los obreros” y de que “parecía que todo Guayaquil no se compusiera más que de masas proletarias”[4], en vista de que ese día efectivamente asume el control de la ciudad, a tal punto que las mismas autoridades burguesas deben solicitar al comité de los huelguistas autorización para transitar con sus lujosos vehículos. Por su parte, el anarcosindicalista Alejo Capelo, protagonista de estas jornadas, recuerda: “Para el día 13, el proletariado guayaquileño habría de volver el sueño realidad. El pueblo, enardecido por la represión y el cinismo de los tiranos, toma la ciudad y Guayaquil mágicamente se adelanta catorce años antes a lo que pasó en Barcelona un 19 de Julio de 1936. Los obreros controlaban la ciudad.”[5]Ahora, si bien fue un órgano proletario de “doble poder” (precario y fugaz) que desafió el poder de la burguesía al tomar el control sobre “el puerto principal”, en rigor y lamentablemente no fue revolucionario, principalmente por su falta de claridad e intransigencia programática de clase y por su democratismo o asambleísmo interno (una limitación propia del anarcosindicalismo, así como también del consejismo o sovietismo). En este caso concreto, en la asamblea general de la GAT del 14 de noviembre se permitió la presencia de sectores reformistas e incluso elementos reaccionarios (principalmente de la COG: Confederación Obrera del Guayas, apéndice de la clase patronal) que lograron imponer su programa antiproletario, burgués en su interior (exigir al gobierno “la defensa del sucre”, el tipo de cambio de la moneda y no luchar por las reivindicaciones de aumento del salario y reducción de la jornada de trabajo); esto es, aparte de ignorancia e ingenuidad políticas de los obreros y artesanos en huelga, una garrafal falta de ruptura con el programa o la ideología capitalista por parte de esta organización que la desvió de la lucha proletaria contra el Capital y el Estado. De modo que, si bien su sola existencia ya es positiva y destacable durante este periodo histórico-mundial de la lucha de clases[6], la posición y actuación concreta del Soviet Anarco-Sindicalista de Guayaquil en las jornadas de noviembre de 1922 demuestra, a manera de contraejemplo, la razón y vigencia de una de las principales lecciones legadas por la izquierda comunista italiana (Bordiga -y que hoy en día recuperan y mantienen compañeros como el Grupo Comunista Internacionalista y Guillamón-): que la lucha por la revolución social no es un asunto de formas organizativas (como los consejos obreros o soviets) sino de contenido social real, de necesidades reales de clase y relaciones de fuerza reales, expresadas en forma de programa vivo y, por tanto, de medidas o acciones concretas. Porque el comunismo es el movimiento real y la dictadura de las necesidades humanas sobre la dictadura del valor o no es. Pero en este caso, ocurrió precisamente lo contrario: que en los momentos más tensos y decisivos de la “jornada noviembrina”, se logró imponer un programa ni siquiera obrero-socialdemócrata, sino burgués al interior de esta organización proletaria sovietista local que llegó a controlar durante casi tres días la ciudad más grande de este país.
  1. Otra debilidad de este movimiento fue el economicismo y el apoliticismo de su dirigencia anarcosindicalista, lo que se tradujo en no superar las demandas salariales y luego -peor aún- las demandas cambiarias y tributarias; en dejarse infiltrar y manipular políticamente por sectores reformistas y contrarrevolucionarios; en perder toda perspectiva y voluntad de poder proletario (ya “teniéndolo” en parte en las calles), de dictadura revolucionaria del proletariado; y en creer que la asamblea obrera y la huelga general pacífica (en esto los anarcosindicalistas ecuatorianos obviamente no eran sorelianos) constituía por sí sola el paso previo para derrocar al capitalismo y sustituirlo por el “control obrero” de la economía y la administración pública mediante los sindicatos (evidente gestionismo). Sí: faltó programa y dirección revolucionarios, faltó partido revolucionario, pero entendido no como una organización formal con una plataforma principista y estatutaria, sino como un cúmulo de fuerzas y directrices prácticas y orgánicas del movimiento proletario real, el cual puede ser encarnado por tales y cuales organizaciones y dirigentes proletarios en determinado contexto. También faltó unidad con el proletariado urbano y rural de las demás provincias del territorio nacional (que no significa lo mismo que “alianza con el campesinado” ni “unidad nacional”), internacionalismo práctico, pasar a la ofensiva insurreccional… y armamento.
  1. En suma, el Soviet de Guayaquil de noviembre de 1922 fue derrotado porque no supo usar hasta las últimas consecuencias su poder social real, debido principalmente a su desarme programático como clase y a su falta de voluntad de poder (de toma del poder); lo que fue su primera y quizá principal derrota, ya que en asamblea obrera del 14 de noviembre primero triunfó un programa burgués (derrota política –jaque–), y al día siguiente fue derrotado nueva y finalmente en las calles mediante la brutal represión estatal (derrota militar –jaque mate–). De hecho, el día 14 el comité de huelga le exige al gobierno el cumplimiento de un pliego de demandas ya ajenas a las reivindicaciones proletarias, en el plazo de 24 horas… y en 24 horas, es decir el día 15, el Estado burgués-oligárquico le responde con “plomo, metralla y cárcel”, a pesar de los mítines, los saqueos a almacenes y a que sólo unos cuantos proletarios -“incontrolados” y “suicidas”- expropiaron y empuñaron armas de fuego para su autodefensa.
  1. La burguesía local de ese entonces (encabezada por los banqueros, los agroexportadores y los importadores, secundados por sus abogados-políticos), demostrando su conciencia de clase y haciendo uso de todo su poder, el 15 de noviembre de 1922 masacró, pues, a este movimiento proletario con el aparato represivo de su Estado, porque realmente temía “la insurrección”, “la revolución”, “la dictadura del proletariado”, “la instauración de la república de los soviets”, “la anarquía” (en las propias palabras de sus voceros políticos y periodísticos de la época –“El Telégrafo”, “El Comercio”, “El Día”-, invocando además el asqueroso patriotismo o nacionalismo en contra de «los conspiradores bolcheviques internacionales” y “los peruanos”). El punto es que aquí, a pesar de sus debilidades, el proletariado estaba luchando por todo aquello, pero no sabía que lo estaba haciendo. La burguesía, en cambio, sí lo supo y por eso lo aplastó. Trágica ironía de la historia.
  1. La causa en última instancia de esta derrota local fue en realidad de naturaleza internacional, a saber: la debilidad del movimiento obrero revolucionario internacional (o, si se prefiere, del “partido histórico” y comunista mundial) en cuanto tal frente al Capital-Estado mundial, es decir la misma causa de la derrota de la revolución rusa, alemana, en el cono sur… en todo el planeta. Además, dentro del periodo 1917-1923, el de Guayaquil fue uno de los últimos consejos obreros a nivel mundial: un sobresaliente pero aislado punto dentro de la línea curva descendente de aquella histórica oleada de grandes luchas y revoluciones proletarias. Fue tardío o “atrasado”, además, porque el desarrollo del capitalismo industrial y del proletariado urbano en el Ecuador también fue “atrasado” e incipiente con respecto al resto de la región y del mundo, ya que todavía se hallaba en una fase de subsunción o “dominación formal” del Capital (según Camatte); lo cual se encarnaba en el alto porcentaje de artesanos proletarizados (carpinteros, panaderos, peluqueros, tipógrafos, etc.) que componía el movimiento obrero local de la época.
  1. El sector más avanzado de este movimiento sin duda fueron los grupos anarquistas, en especial los “comunistas libertarios” o anarquistas-comunistas (también habían espartaquistas). Fueron de hecho las minorías más claras y radicales de ese entonces, puesto que, junto con reivindicaciones por mejoras concretas en las condiciones de trabajo y de vida de sus hermanos de clase, ya planteaban explícita y abiertamente la abolición de la propiedad privada y la supresión del capital, la comunidad de los medios de producción y de bienes, la sociedad sin clases ni Estado, el internacionalismo proletario, así como también la acción directa como método de lucha. La cantidad y el contenido de su prensa (“El Proletario”, “El Hambriento”, “El Cacahuero”, “Luz y Acción”, “Alba Roja”, “La Revuelta”, “La Protesta”, “La Bandera Roja”, “Tribuna Obrera”…) así lo testimonian, en clara sintonía con el movimiento revolucionario internacional de aquel periodo histórico. En la práctica, los núcleos anarquistas contribuyeron durante más de una década con su agitación y propaganda, tanto en reuniones y asambleas como en mítines y huelgas, a la formación y elevación de la conciencia, la organización y la independencia de clase del emergente proletariado urbano en estas tierras; es más, contribuyeron a la constitución misma del proletariado “ecuatoriano” en clase, en sujeto, en fuerza real y autónoma, a tal punto de llegar a estructurar la “primera central obrera de orientación revolucionaria” –la FTRE– y luego el Soviet o Consejo Obrero de Guayaquil –bajo el nombre de “Gran Asamblea de Trabajadores” –, durante los meses de octubre y noviembre de 1922, respectivamente. Sin embargo, y por desgracia, durante esas mismas jornadas de lucha no tuvieron la suficiente fuerza para imponerse como dirección revolucionaria real dentro de tal movimiento obrero real y conducirlo hasta las últimas consecuencias de la guerra de clases. Porque, como bien sostiene el GCI, las minorías revolucionarias deben luchar por imponer el contenido o programa histórico revolucionario de manera antidemocrática al interior de las formas organizativas proletarias aparentemente revolucionarias, así como también imponerlo a la socialdemocracia y a la burguesía. En este caso, no lo hicieron… o no lo hicieron con la voluntad y la fuerza necesarias. Fueron derrotados y hasta eliminados, es cierto; pero en cambio, existieron y lucharon por la revolución social proletaria, por el comunismo y la anarquía, incluso unos pocos sobrevivieron a la masacre estatal del 15 de noviembre para contarlo y se mantuvieron activos hasta la década de 1930. Para nosotros, este hecho es inseparable e igual de importante y reivindicable que el Soviet de Guayaquil, porque desde entonces hasta la fecha no han existido minorías realmente revolucionarias o radicales en este país, a excepción de Proletarios Revolucionarios del 2009 al 2016.
  1. Las investigaciones y publicaciones realizadas hasta hoy día sobre esta histórica lucha proletaria en el Ecuador (Pedro Saad, Oswaldo Albornoz, Manuel Agustín Aguirre, Patricio Ycaza, Alexei Páez, Carlos Pazmiño), son necesarias y respetables, contienen algunos elementos valiosos y rescatables, pero también son insuficientes, además de sesgadas y limitadas. La mejor de éstas, a nuestro criterio, es hasta ahora la de Patricio Ycaza[7](quien a su vez recoge y profundiza elementos importantes del balance hecho por el “socialista revolucionario” Aguirre[8]). Le sigue después la de Pazmiño[9](que era anarquista ideológico y ahora es “ycaziano”). El mérito de ambos es que hicieron investigación de archivo de los documentos de la época, aportando información de interés sobre los hechos históricos. Sus limitaciones son más bien sus interpretaciones ideológicas de tales hechos: el primero por ser mirista (marxistaleninista-trotskoguevarista, aunque luego se pasó al PSE), y el segundo por ser “anarco-comunista plataformista” (y que ahora es dizque “anarco-marxista” académico pero dio su “apoyo crítico” al gobierno de Correa… sin comentarios). Así pues, con respecto al Soviet de Guayaquil y, en especial, a su vanguardia anarcosindicalista, ambos la mencionan: el primero critica sus “incuestionables limitaciones”, mientras que el segundo hace su apología con “honor y gloria”. Tanto lo uno como lo otro es comprensible, pero es criticable, insuficiente y hasta prescindible, sobre todo lo segundo. Porque, dejando aparte el reformismo y oportunismo históricos de las tradicionales izquierdas del Capital (PSE y PCE), no se trata de hacer un balance ideológico (cuasi religioso), identitario y nostálgico de esta histórica lucha proletaria, donde se sobrevalore el papel de tales o cuales actores y sus ideologías, convirtiéndolos incluso en “héroes y mártires”; sino que se trata –como ya lo dijimos al inicio- de hacer un balance histórico materialista y crítico desde una perspectiva revolucionaria e internacionalista de clase, del cual se extraigan las lecciones prácticas y teóricas para las luchas proletarias del presente y el futuro, para saber qué hacer, qué no hacer y por qué, a fin de derrotar a la dictadura democrática del Capital e instaurar el comunismo anárquico.
  1. En ese sentido, el mejor balance sigue siendo el que hicieron los propios anarquistas revolucionarios que protagonizaron y sobrevivieron la masacre, como el compañero histórico Alejo Capelo: “el 15 de noviembre de 1922 fue el bautizo de sangre del proletariado ecuatoriano, apartó a las clases entre sí, le enseñó al proletariado cuáles son sus enemigos mortales para siempre y, por tanto, el odio a la burguesía, la lucha contra el capitalismo y por la revolución social, la necesidad de la violencia proletaria…”[10]Sin embargo, hubiese sido un aporte significativo y trascendente que también hagan un balance autocrítico tal como el que hicieron Los Amigos de Durruti durante la llamada revolución española (1936-1937): anarcosindicalistas que en carne propia llegaron a comprender y plantear con toda la razón que “la revolución es totalitaria o no es” y que por ello lo que se necesita es “programa, fusiles y junta revolucionaria”. Pero, lamentablemente, los anarcosindicalistas de aquí no lo hicieron. Décadas después, los historiadores izquierdistas del movimiento obrero ecuatoriano, tampoco lo hicieron; mejor dicho, aportaron datos y análisis interesantes (sobre todo Aguirre e Ycaza), pero no hicieron un balance verdaderamente revolucionario. En los últimos años, allá por el 2009, los supuestos nuevos “comunistas libertarios” o “anarco-comunistas” de este país (“Hijos del Pueblo”, el grupo de Pazmiño), tampoco lo hicieron: investigaron y reprodujeron interesantísimos fragmentos de la prensa ácrata de la época, pero no hablaron sobre el Soviet de Guayaquil como tal (seguramente porque para ellos eso hubiese sido un pecado ideológico “consejista”), sino sólo sobre “el papel de los héroes y mártires anarquistas” y nada más. Desde otro lado, Carlos Lasso Cueva en un artículo suyo del 2013 al respecto[11], si bien menciona la existencia de un “doble poder”, no hace referencia ni al soviet ni a los proletarios anarquistas guayaquileños, sino que se enfoca sólo en la matanza del 15 y se estanca en una interpretación izquierdista que recoge elementos válidos del balance de Aguirre pero los mezcla con otros elementos de interpretación trotskista, luxemburguista y de la Corriente “Comunista” Internacional (CCI): una bazofia ecléctica. Por su parte y finalmente, Proletarios Revolucionarios tampoco hicieron un balance de esta lucha al estilo de la “izquierda comunista” histórica, a excepción de un escueto pero certero balance en una volante de hace tres años alusiva a la fecha[12]; y de que al menos la mencionaban en volantes anteriores y posteriores, porque siempre supieron y expresaron que es y debe ser una parte de la memoria histórica del proletariado local y mundial. Luego a lo interno lo plantearon como proyecto de investigación y publicación militante, pero se quedó sólo en idea debido a su autodisolución en el 2016. Que el presente y breve balance sirva, entonces, como un pequeño aporte para llenar ese vacío y también como un “esqueleto” para un futuro balance más completo, riguroso y profundo de nuestra parte. ¡Salud, Comunismo y Anarquía!
Unos proletarios. Quito. Diciembre de 2017
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[1] Esta es la versión corregida y aumentada del borrador escrito y compartido el 15 de noviembre de 2017.
[2] Más información o datos al respecto, ver Huelga general de noviembre de 1922:https://es.wikipedia.org/wiki/Huelga_general_de_noviembre_de_1922
[3] FTRE: Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana. GAT: Gran Asamblea de Trabajadores.
[4] Óscar Efrén Reyes (1949). Breve Historia General del Ecuador, cit. en Patricio Ycaza (1984). Historia del Movimiento Obrero Ecuatoriano. Primera Parte (de su génesis al Frente Popular). Quito: Centro de Documentación e Información de los Movimientos Sociales del Ecuador-CEDIME, p. 147.
[5] Alejo Capelo cit. en Carlos Pazmiño (2008). Alejo Capelo y el 15 de Noviembre de 1922. Disponible en:  https://www.anarkismo.net/article/10956
[6] Nos resulta muy interesante y loable anotar que el soviet de Guayaquil consta en el Mapa interactivo de consejos obreros (1917-1927), publicado en marzo de este año por la página inglesa libcom(“libertarian communism”): https://libcom.org/history/interactive-map-workers-councils-1917-1927, cuya traducción al español se encuentra disponible en: https://autogestioa.wordpress.com/tag/consejos-obreros/. Así como también, en el mapa mundial de “La oleada revolucionaria de 1917/1923” en Anarquía & Comunismo nro. 10: Especial a 100 años de la revolución rusa, Santiago de Chile, octubre de 2017, p. 4: https://anarquiaycomunismo.noblogs.org/post/2017/11/10/anarquia-comunismo-n10-especial-a-100-anos-de-la-revolucion-rusa/
[7] En su ya citada Historia del movimiento obrero ecuatoriano (1984, sobre todo el Capítulo 2) y en otros folletos y artículos de su autoría intelectual como, por ejemplo, La lucha de clases en el Ecuador: las jornadas de noviembre de 1922 (198?). Quito: Cuadernos del Obrero Revolucionario nro. 6.
[8] Ver Manuel Agustín Aguirre (1979). La Masacre del 15 de Noviembre y sus Enseñanzas. Quito: Editorial Universitaria.
[9] Carlos Pazmiño (2009). El 15 de Noviembre de 1922 y el papel de los anarquistas en el seno de la clase obrera ecuatoriana. Disponible en: https://www.anarkismo.net/article/14992
[10] Alejo Capelo (1973). Una jornada sangrienta (15 de noviembre de 1922). Guayaquil: Departamento de Publicaciones de la Universidad de Guayaquil.
[11] Carlos Lasso Cueva (2013, enero 7). Masacre del 15 XI de 1922. Disponible en: https://clavedelpoeta.wordpress.com/2013/01/07/masacre-del-15-xi-de-1922/
[12] Ver Proletarios Revolucionarios (2014). 15 de Noviembre: ¡Guerra de Clases, Guerra de Memorias! Disponible en:http://proletariosrevolucionarios.blogspot.com/2014/11/ecuador-15-de-noviembre-guerra-de_14.html Volante que, semanas más tarde, fue traducida al inglés por parte del grupo Tridni Valka (Rep. Checa): “November 15: Class War, Memory War!”: https://www.autistici.org/tridnivalka/ecuador-november-15-class-war-memory-war/, y que libcom también la publicó.